jueves, 30 de agosto de 2012

Derechitos al cielo

Hola a todos.
Dos noticias han llegado en los últimos días a retorcerme las tripas y el alma. Dos noticias escalofriantes. En la una nos hablan de un desgraciado accidente; en la otra, supuestamente, de lo peor y más horrendo del ser humano. En la primera, la impericia de un joven que no se hace con la máquina; en la segunda, el horror de la sinrazón parece ser la causa. En ambas, los niños han sido víctimas inocentes.

Si los pequeños Ruth y José nos dejaron al desaparecer, seguro que subieron derechitos al cielo. Allí les estarían esperando los ángeles y los arcángeles, los querubines y los serafines y todos los demás coros celestiales. Seguro que con ellos juegan a infantiles y celestiales juegos. También habrán subido derechitos al paraíso los muchachos que perdieron la vida en el fatídico canal que habían llenado de agua, en Tudela. Fatídico canal y fatídica agua para un impredecible accidente.

De todos ellos es de quienes Jesús dijo aquellas palabras llenas de amor por los pequeños: "Dejad que los niños se acerquen a mí puesto que, de los que son como ellos, es el Reino de los Cielos".

Te deseo un buen día.

jueves, 23 de agosto de 2012

Segunda parte

"Ahí están los alpes. Sí, están, pero apenas se ven, 
la nieve baja mansa, como leves copos de algodón
en rama, pero esa suavidad es engañosa, que lo diga
nuestro elefante, que lleva sobre las espaldas, cada 
vez más visible, una mancha de hielo que ya tendría
que haber sido objeto de la atención del cornaca..."

Hola a todos:
Lanzarote, agosto de 2008. Lugar y fecha que nos dejó Saramago en la última página de El viaje del elefante. Tenía entonces don José unos ochenta y seis años y hacía diez que le habían concedido el Premio Nobel de Literatura. Había escrito esta novela-cuento o cuento-novela (no sé con que quedarme) casi por casualidad. Fue a raíz del conocimiento que tuvo de un viaje real de un elefante desde Portugal a Viena a mitad del siglo XVI. Como buen narrador se interesó por el tema, se informó cuanto pudo, añadió unos buenos gramos de su capacidad para ilusionarnos y nos dejó, para nuestro disfrute, este ameno relato.

Ignoro si Saramago tenía conciencia de lo que quería escribir cuando se propuso contarnos las peripecias de salomón, más tarde llamado solimán, auxiliado por el cornaca subrho, más tarde fritz. O si fueron saliendo de su mente las situaciones mientras una sonrisa le llegaba de oreja a oreja divirtiéndose con cada una de las palabras que escribía. Era Saramago perro viejo ya en esto de escribir y bien que podía darse el gusto de dejarnos una obra sin el fondo comprometido de otras de las muchas suyas. Eso sí, dándonos, por supuesto, sentencias y frases de las que dejan poso en nuestras mentes calenturientas.

Bien pudo hacerlo el afamado Nobel en sus últimos años de vida y, si no me equivoco en mi apreciación, bien que lo pasó escribiendo esta fábula rea como la vida mismal. Y por ello me alegro pues bien que se lo merecía. Es la impresión con la que me quedo después de llegar al final de la segunda parte, en la que, casi, casi, tampoco ocurre nada.

Te deseo un buen día.           

domingo, 19 de agosto de 2012

El elefante

He descubierto que soy tal cual el elefante,
una parte de mí aprende, la otra ignora lo que
la otra parte aprendió, y tanto más va
ignorando cuanto más tiempo va viviendo.
Subhro o Fritz, en El viaje del elefante.

A Chelo, ( http://chelodelatorre.blogspot.com.es/ ) a quien quiero acompañar con las palabras en su viaje por Portugal.

Hola a todos.
Leo en estos días uno de los últimos libros escritos por José Saramago. Escrito en la isla de Lanzarote -la isla de los volcanes- en la que decidió vivir sus últimos años. Su título, El viaje del elefanteLo leo con fruición, esperando ver que pasa en cada uno de los nuevos capítulos  a los que llego. Y no pasa nada. Bueno, no pasa nada del otro mundo. Ni tampoco nada del mundo actual pues la acción de la novela la sitúa Saramago en tiempos pretéritos. En años en que reinaban en Portugal don Juan tercero, y Catalina, su mujer, mientras en España era regente su alteza real el archiduque Maximiliano, yerno de Carlos quinto. Y no es nada del otro mundo, tenemos que convenir, que a la reina Catalina se le ocurriera regalar al archiduque un elefante -salomón o solimán- que había llegado de la India hace dos años y que durante este tiempo no ha hecho nada más que comer y dormir.

La primera parte del viaje que se corresponde más o menos con la primera mitad del libro (hasta donde yo he llegado) transcurre por tierras portuguesas. Desde Lisboa a Figueira do Castelo Rodrigo. Por caminos que podríamos decir de cabras va la caravana en la que no falta por supuesto salomón -el elefante- ni subhro, el cornaca, a quien acompañan dos ayudantes y otros cargadores y una treintena de soldados que cuidan de que la misión encomendada llegue a buen fin. Y tampoco faltan los hombres que se ocupan de los bueyes que arrastran el carro en donde llevan heno suficiente y una tinaja grande con agua para el paquidermo.

Sin temor a equivocarnos podríamos afirmar que durante estos días no pasa nada. Se camina por sitios en donde no vive nadie o en donde la gente ha desaparecido por temor al elefante. Animal del que han oído hablar pero al que no han visto nunca. Gracias a que los expedicionarios encuentran alguna aldea en la que pueden recibir ayuda y descansar. Y gracias a que los lobos ibéricos que avistan no les atacan, considerando seguramente éstos que es muy grande la caravana de caballos, bueyes, elefante, y más de cincuenta hombres entre soldados, boyeros y cargadores, además del cornaca.

Te deseo un buen día.


martes, 14 de agosto de 2012

El fuego

Hola a todos.
He estado tan solo durante unas vacaciones en La Gomera. Fueron unas vacaciones tranquilas y hermosas. Con esa hermosura que transmite la pequeña isla en cualquiera de los sitios por donde el visitante pase. Estuve con la familia en Chipude y en Valle Gran Rey, en San Sebastían y en Puerto Santiago, en Hermigua, en Alajeró y en Agulo. La isla es tan pequeña que es casi imposible no ir a todos los sitios. No fuimos, sin embargo, a Vallehermoso y nos perdimos -estoy seguro- un hermoso valle; tampoco fuimos por la costa a ver Los Órganos que sonarán con melodías inolvidable con los besos de los vientos. Subimos carreteras y bajamos barrancos recreando la vista con los Roques sagrados. Nos adentramos (un poco, nada más) en Garajonay, Parque Nacional. Lugar de belleza admirable. De esa belleza que nos brinda nuestra madre Naturaleza.

Cierro los ojos y veo los árboles centenarios de laurisilva, reducto de bosques que crecieron en Europa en épocas pretéritas. Siento el frescor del camino. La dulzura del sendero cuesta abajo. Pasamos junto a una fuente de agua limpia en nuestro camino a un pequeño restaurante en un lugar intrincado del bosque. Alrededor, varios animales: unos gatos, unos caballos, un perro. Y flores: flores sencillas, flores canarias. Con los ojos cerrados siento el alisio y oigo el silbo gomero y suenan las chácaras acompañando los cantos y los bailes de la isla hermana. Con los ojos cerrados, sueño.

Y en el sueño, que se torna espantoso, el verde de los árboles va trocando al amarillo y rojo del incendio. Las llamas prenden en los troncos y en las ramas. Y los engullen. Y los muerden y los abrazan con un abrazo de fuego. Y en el espanto de mi sueño, veo el negro de los humos que se elevan hacia el cielo y desparrama desesperanza por los campos y las casas de los labriegos. Negro humo, negro incendio.




Te deseo un buen día. Y deseo que el Hombre, en ningún sitio, sea causa de ningún incendio.    

domingo, 5 de agosto de 2012

Historia

Hola a todos.
Estoy leyendo en estos días un nuevo libro. Su título: La Iglesia en las Islas Canarias. Según nos dice su autor, Julio Sánchez Rodríguez, "es una sencilla aportación al VI Centenario de la Diócesis Canariense Rubicense, efeméride que celebramos durante el año 2004". Lo voy leyendo con la natural curiosidad e interés que despiertan los libros que hablan de nosotros mismos ya que habla de nuestros antepasados. Y porque hablar de la Iglesia en Canarias es tanto como hablar según mi parecer de la sociedad en general. No en vano el primer capítulo del libro se refiere a los primeros misioneros, mallorquines, que llegaron a las islas, a Canaria (Gran Canaria) para ser más exacto, en 1344. Siglo y medio antes de la conquista de la isla.

Con el libro me voy enterando, o recordando, de cuando el Papa Clemente VI proclamó a don Luis de la Serda el título de 'Principe de la Fortuna' otorgándole con la bula correspondiente plena jurisdicción en las Islas Afortunadas a la vez que le imponía la obligación de predicar el Evangelio a los infieles. De cuando llegan los expedicionarios mallorquines a la isla, por Melenara, y son capturados por los indígenas. Y como entre ellos había dos frailes que tienen el honor de ser considerados los primeros misioneros que predican la palabra de Dios por estos lejanos lugares. De como se crea el primer Obispado en las islas, llamado primeramente de La Fortuna y luego de Telde aunque fue de corta existencia. Y más tarde el de El Rubicón en la isla de Lanzarote que fue trasladado posteriormente a la isla de Gran Canaria por temor de los ataques que en aquella sufrían continuamente por parte de los piratas, por ser llana la isla, considerando mejor que la sede episcopal quedara en la montañosa y grande Canaria con el nombre de Canariense-Rubicense.

Con la lectura del libro voy aprendiendo nuevas cosas, ya digo. Me ha llamado la atención y quisiera compartirlo con ustedes, dos exhortaciones hechas por el Obispo a los curas allá por los años finales del s.XIV tras alguno de los tres Sínodos Diocesanos que tuvieron lugar:

"Ytem, ordenamos que el cura o lugarteniente tenga en su yglesia consigo
otro clérigo o sacristán doto para que enseñe a los hijos de los
parrochianos leer, escrevir, e contar, e les enseñen buenas costumbres y
aparte de los vicios y les instruyan en toda castidad y virtud, y les enseñen
los mandamientos y todas las cosas se contienen en la dicha tabla y en la
cartilla, y se sepan signar e santiguar con el signo de la crus, e les exorte
obediencia e acatamiento a sus padres, e que los clérigos amonesten a sus
parrochianos que enbíen sus hijos a la yglesia para que sean yndustriados
en todo lo susodicho."

"...que predique alomenos los Domingos y Fiestas solenes, declarando al
pueblo según la capacidad de sus oyentes, que están obligados a saber
para salvarse, los vicios de que se han de apartar, las virtudes que han
de seguir, como se han de guardar de la pena eterna, y alcancen la
bienaventuranza. No traten ellos ni otros cualesquiera predicadores
cosas dificultosas, curiosas, y sutiles, que no pertenecen a la edificación
espiritual del pueblo, ni cosas inciertas, falsas, superticiosas, o
escandalosas, no auténticas, ni que provoquen a risa, sino usen de
lenguaje fácil, breve, inteligible, llano, y no crítico, declarando el santo
Evangelio, con doctrinas morales, siguiendo la doctrina de los santos,
edificando al pueblo con su vida y doctrina." 

Podemos ver con estos apuntes que la Historia de estos peñascos anclados en el Atlántico, en uno de los cuales tuve la suerte de nacer, es rica y entretenida: misioneros y señores; conquistadores y piratas; reyes y papas; africanos y europeos; enseñanzas y batallas; heroísmo y deshonor; conquistas de tierras nuevas... darían para una bonita serie de éxito. ¿Te animas para el reparto?

Te deseo un buen día.