Aún con los calores del estío y ya instalados en este otoño de superluna llena y eclipse, intentaré seguir volcando en este nuestro blog algunas de las experiencias de los viajes inolvidables disfrutado en este año. Había dejado como último comentario nuestras impresiones sobre Dalt Vila, la parte amurallada de Ibiza que nos encantó. Y habíamos dejado injustamente sin hablar sobre otros rincones de la capital de la isla (Ibiza, Eivissa, Vila) por donde nuestros pasos nos llevaron, en gratas caminatas, admirando una ciudad no muy grande abierta al mar.
No es muy grande la ciudad y tampoco, según vemos, tiene edificios notables que destacar. Ya hemos dicho que la catedral está arriba en Dalt Vila y nos parece que no hay en la zona baja otros edificios emblemáticos ni tampoco muchos monumentos. De estos, el que más destaca es el dedicado a Vara de Rey, insigne militar que se distinguió en Cuba, nacido en Ibiza, y que tiene su escultura, grande y esbelta, montado a caballo y con la espada desenvainada en su mano diestra. Es un bonito conjunto, el que forman monumento y plaza, que sin duda es el centro de la ciudad.
Hay otras esculturas que nos llamaron la atención. En la entrada a los muelles, un marinero agarrando fuertemente el timón; más allá, una pareja de niños manteniendo unas bolas con las que juegan; en un parque, encontramos un conjunto que es un canto a la paz pues esta palabra está por aquí y por allá en no menos de cien idiomas diferentes.
En uno de los extremos de la ciudad, por donde se encuentra el Club Náutico encontramos otras esculturas. Estas de galgos y una de una mano grande, grande, con los dedos abiertos hacia el cielo, que no sabemos lo que significa.
Iglesias, fuentes, calles y avenidas bien dispuestas para el paseo. Rincones y plazas con terrazas en las que reponer fuerzas, y, cerca de la bahía en donde los barcos zarpan hacia cualquier destino, el conjunto de callejuelas con tiendas que son un primer con la ropa y los recuerdos de Ibiza, ciudad acogedora.
Te deseo un buen día.