Hola a todos.
En la zona norte del Hierro se concentra la mayor parte de la población herreña. En el norte está Valverde que es la capital de la isla. Es un pueblo atractivo con una bonita iglesia dedicada a la Inmaculada Concepción, una plaza dividida en varios tramos debido a la pendiente tan pronunciada, un Ayuntamiento que merece ser visitado para disfrutar de unas pinturas en el techo del salón de sesiones y una calle principal que los días laborales tiene movimiento de personas y coches y que los domingos queda totalmente vacía. Hecho de menos en Valverde al menos una terraza donde sentarse a ver pasar la vida. No hay ninguna seguramente por aquello de las nubes bajas que me dicen que tienen siempre y que nosotros no pudimos comprobar porque tuvimos tiempo soleado y tan sólo nos llovió un día. Lo que sí hay son suficientes cafeterías-restaurantes como para matar el rato charlando con los amigos a resguardo, y para tomar un delicioso batido de piña tropical.
Carretera adelante están los pueblos de El Mocanal, Erese y Guarazoca que con sus casas dan vida al paisaje. Hasta Guarazoca subimos el domingo a la tarde para seguir contemplando la procesión de la Virgen de La Peña, barrio que está ladera arriba en la montaña. La procesión resultaba simpática. Una pequeña talla de la Virgen era transportada a hombros y el grupo de tocadores y bailarines la acompañaba bailando sin descanso al ritmo de tambores y chácaras. Volvimos caminando hasta Valverde en un recorrido de ocho kilómetros deteniéndonos cada poco para gozar del cambiante atardecer con puesta de sol incluida por el sitio en que el astro rey se oculta más tarde en toda Europa.
La Peña le da nombre al mirador que diseñó el genial artista lanzaroteño César Manrique. Está situado en un sitio inmejorable para gozar de la vista de El Golfo con el municipio de Frontera y sus barrios. Los Roques del Salmor quedan a nuestros pies y en el otro extremo la Punta de Arenas Blancas. El mar a un lado, las montañas al otro. El valle impresiona y da idea de la fuerza de la Naturaleza que lo parió con un cataclismo. Leo en un pequeño libro que compré titulado "El Hierro en su mano" lo siguiente:
"Al crecer sucesivamente en altura (por erupciones volcánicas submarinas) la isla se volvió inestable, produciéndose el derrumbamiento hacia el mar en dos puntos claramente diferenciados: Uno, el que se produjo en la parte Norte y que dio lugar al actual Valle del Golfo. Este vasto anfiteatro alcanza 25 kilómetros de longitud y 15 de anchura, y una altura de 1501 metros. Este gran escarpe es consecuencia del hundimiento y posterior deslizamiento del terreno. Esta descomunal masa de tierra desplomada avanzó sobre el océano formando una profunda bahía cerrada por paredes de una verticalidad asombrosa."
Te deseo un buen día.
El Blog de las mil cosas que uno puede hacer, pensar y sentir cuando se libera de la rutina laboral.
miércoles, 28 de octubre de 2009
domingo, 25 de octubre de 2009
El Hierro - Zona Este
Hola a todos.
Al llegar al aeropuerto del Hierro se puede sentir la tranquilidad que nos aguarda. En la pista tan sólo un avión, el nuestro que acaba de aterrizar, y que saldrá en pocos minutos en su viaje de regreso. La terminal es un encanto, bastante grande y muy bien equipada para lo pequeña que es la isla. Afuera, algunos coches particulares, unos pocos taxis, y la guagua que nos llevará en nuestro recorrido por la isla junto al grupo de mayores del que formamos parte. Nos viene a dar la bienvenida nuestra guía local, Aranza, y junto a la guagua queda el chófer, Pedro, que diligentemente nos quita las maletas de las manos para colocarlas en el departamento correspondiente. El aeropuerto está junto al mar y la presencia de éste, con su olor a yodo inconfundible y sus aguas calmas, verdes o azules, nos acompañará por muy adentro que estemos en la isla.
Para empezar recorremos los puntos más cercanos conocidos como La Caleta y El Tamaduste. En La Caleta, lugar con poquitas casas, hay unas piscinas excelentes con agua salada y unas escaleras para poder descender si se desea darse un baño directamente en la mar. En Tamaduste, pequeño pueblo de vacaciones en el que venían a hospedarse los maestros que venían de otras islas durante el curso escolar y que es aprovechado por los herreños de la capital como lugar de veraneo, el mar penetra en una preciosa entrada y en él se mueven apaciblemente unas pocas barcas.
Por esta parte, muy cerca con dirección sur, podemos encontrar el puerto de La Estaca, Timirijaque (unas pocas casas junto al mar), y más abajo, aislado y besando las olas el Parador Nacional. En medio, un estupendo túnel de 950 metros, las playas, y el Roque de la Bonanza. La zona parece deshabitada. De vez en cuando pasa un coche con el ronroneo del motor que al pronto queda lejos y tan sólo se escucha el rumor del agua rompiendo contra las piedras. Esto, si como nosotros te aventuras a venir en la guagua pública, quedarte a medio camino y luego ir despacito recreándote en los veroles, cardones, tuneras y demás plantas de la zona costera mientras localizas el sitio idóneo para fotografiar con éxito el Roque de la Bonanza.
De la orilla del mar hasta las cumbres, una cuarta. Aquí se pasa de cero a seiscientos o más metros, en nada. Arriba los pinares; abajo el Parador. Alrededor, el silencio y la tranquilidad. Al parador nos vinimos a pasar unas horas con la intención de almorzar y nos permitieron estar y bañarnos en la piscina. Es sitio ideal para dejar atrás el estrés y las preocupaciones. Tanto que, mientras almorzábamos en la terraza con vistas al mar, unos delfines -no menos de treinta- pasaron majestuosos bien cerquita de la orilla.
P.S. Junto sin querer las impresiones del viaje en grupo y de cuando ya estábamos solos. Espero no liarme y no confundirte con ello; no es mi intención.
Te deseo un buen día.
viernes, 23 de octubre de 2009
El Hierro - Regreso
Hola a todos.
Aún tengo en mi boca la sal del agua de las piscinas naturales del Pozo de las Calcosas y en mis retinas la bruma blanca que se extiende contra las montañas del Golfo y que propicia la lluvia horizontal que da vida a las fayas, el brezal y los pinos; conservo todavía, como si lo tuviera frente a mí, el color negro de las coladas y malpaises de lava que se extienden por la carretera negra que, en zigzag y en pendiente, nos lleva desde lo alto hasta la costa por en medio de precipicios; puedo sentir en mis labios la dulzura de la leche de oveja recién ordeñada, tibia y aromática; oigo las esquilas de los animales y sigo las cabriolas del perro pastor herreño que ayuda a la recogida del ganado; bebo con fruición el vino blanco seco de Villa Frontera, bien frío, que acompaña al puchero canario, exquisito de verduras y papas, carnes y garbanzos que me sirvieron justo ayer en el restaurante Casa Bilbo en Tigaday; sigo moviendo los pies, en un andar pausado aunque no cansino, subiendo y bajando las pendientes y las interminables escaleras de Valverde, en donde estuvimos perfectamente alojados en el hotel Boomerang; siento con fuerza en el corazón el ritmo de los tambores y de las chácaras de un pequeño grupo de bailadores que llevan a su patrona en procesión por el Mocanal y Guarazoca en la fiesta de la Virgen de la Peña: pequeño ejemplo de la fe de toda una isla que cada cuatro años hace de la bajada de la Virgen de los Reyes, desde su ermita allá por la dehesa comunal, una manifestación cariñosa donde la venerada imagen se da y se recibe, y que dura no menos de doce horas para un recorrido de tan sólo treinta kilómetros...
Pero vayamos por parte (como dicen que dijo el descuartizador de Londres). Nos fuimos al Hierro, la más pequeña de las siete islas grandes de Canarias, en excursión de pocos días con el Club de Mayores 'El Refugio'. Pero como quiera que nosotros, mi mujer y yo, no compartimos la opinión de que esta isla -El Hierro- se ve en tan sólo tres días, acudimos pertrechados para estar la semana bien completita. Así que guardo mis impresiones para contarlas con detenimiento en las próximas entradas. Que seguramente, tú, querido lector, convendrás conmigo, merecen la pena el compartirlas.
.
Te deseo un buen día.
Aún tengo en mi boca la sal del agua de las piscinas naturales del Pozo de las Calcosas y en mis retinas la bruma blanca que se extiende contra las montañas del Golfo y que propicia la lluvia horizontal que da vida a las fayas, el brezal y los pinos; conservo todavía, como si lo tuviera frente a mí, el color negro de las coladas y malpaises de lava que se extienden por la carretera negra que, en zigzag y en pendiente, nos lleva desde lo alto hasta la costa por en medio de precipicios; puedo sentir en mis labios la dulzura de la leche de oveja recién ordeñada, tibia y aromática; oigo las esquilas de los animales y sigo las cabriolas del perro pastor herreño que ayuda a la recogida del ganado; bebo con fruición el vino blanco seco de Villa Frontera, bien frío, que acompaña al puchero canario, exquisito de verduras y papas, carnes y garbanzos que me sirvieron justo ayer en el restaurante Casa Bilbo en Tigaday; sigo moviendo los pies, en un andar pausado aunque no cansino, subiendo y bajando las pendientes y las interminables escaleras de Valverde, en donde estuvimos perfectamente alojados en el hotel Boomerang; siento con fuerza en el corazón el ritmo de los tambores y de las chácaras de un pequeño grupo de bailadores que llevan a su patrona en procesión por el Mocanal y Guarazoca en la fiesta de la Virgen de la Peña: pequeño ejemplo de la fe de toda una isla que cada cuatro años hace de la bajada de la Virgen de los Reyes, desde su ermita allá por la dehesa comunal, una manifestación cariñosa donde la venerada imagen se da y se recibe, y que dura no menos de doce horas para un recorrido de tan sólo treinta kilómetros...
Pero vayamos por parte (como dicen que dijo el descuartizador de Londres). Nos fuimos al Hierro, la más pequeña de las siete islas grandes de Canarias, en excursión de pocos días con el Club de Mayores 'El Refugio'. Pero como quiera que nosotros, mi mujer y yo, no compartimos la opinión de que esta isla -El Hierro- se ve en tan sólo tres días, acudimos pertrechados para estar la semana bien completita. Así que guardo mis impresiones para contarlas con detenimiento en las próximas entradas. Que seguramente, tú, querido lector, convendrás conmigo, merecen la pena el compartirlas.
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Te deseo un buen día.
miércoles, 14 de octubre de 2009
El Roque
Hola a todos.
A una cuarta poco más o menos del Charcón de San Felipe está El Roque. Es éste un promontorio, un cabo en miniatura, o el dedo índice de un gigante que se mete en el litoral para partirlo en dos mitades. A un lado, a nuestra derecha si miramos al mar, queda la costa de San Andrés y más allá la de Bañaderos como antesala de las montañas de la Isleta que se ven al fondo, y a nuestra izquierda están el Charcón y la playa de piedras que terminan pasado ya el barranco de Moya. Lugares todos éstos que recuerdo siempre con el verdor de las plataneras y el blanco de las olas batiendo contra la orilla.
Al Roque lo he visto yo, tal como está hoy, desde siempre. Imagino que las casas habrán sufrido modificaciones pero la impresión que tengo es que son las mismas, enclavadas en el suelo firme de roca fuerte que desafía los embates del mar. Se ve bonito según bajamos por la autovía del norte y no pasa desapercibido con el color amarillo de gofio tostado que los vecinos dan a casi todas las casas. Subí allí el otro día por primera vez, pues me habían hablado muy bien de un restaurante que está en lo que sería la proa de este portaaviones si tal oficio tuviese. El terreno está aprovechado al máximo en el promontorio y las callejuelas son apenas estrechos pasillos que separan las casas que se suceden hasta el final. Aquí, donde las casas terminan, han creado una pequeña plaza en la que cabe una decena de mesas que invitan a un almuerzo (con buen pescado del día) o a un refrigerio, servidos por personal atento del pequeño restaurante. A nuestro alrededor, por tres partes, el mar. Por la punta, (a la hora en que estuvimos estaba subiendo la marea), sonada el ruido de las olas batiendo fuertemente contra las rocas. Y este ruido, junto con la espuma que salpicaba cada poco, me producía una sensación de bienestar.
Me barrunto que un buen día, de esos de lluvia y viento del norte, y con el mar picado, puede ser interesante venir a este sitio a tomar una cerveza o mejor un buen trago de ron.
A una cuarta poco más o menos del Charcón de San Felipe está El Roque. Es éste un promontorio, un cabo en miniatura, o el dedo índice de un gigante que se mete en el litoral para partirlo en dos mitades. A un lado, a nuestra derecha si miramos al mar, queda la costa de San Andrés y más allá la de Bañaderos como antesala de las montañas de la Isleta que se ven al fondo, y a nuestra izquierda están el Charcón y la playa de piedras que terminan pasado ya el barranco de Moya. Lugares todos éstos que recuerdo siempre con el verdor de las plataneras y el blanco de las olas batiendo contra la orilla.
Al Roque lo he visto yo, tal como está hoy, desde siempre. Imagino que las casas habrán sufrido modificaciones pero la impresión que tengo es que son las mismas, enclavadas en el suelo firme de roca fuerte que desafía los embates del mar. Se ve bonito según bajamos por la autovía del norte y no pasa desapercibido con el color amarillo de gofio tostado que los vecinos dan a casi todas las casas. Subí allí el otro día por primera vez, pues me habían hablado muy bien de un restaurante que está en lo que sería la proa de este portaaviones si tal oficio tuviese. El terreno está aprovechado al máximo en el promontorio y las callejuelas son apenas estrechos pasillos que separan las casas que se suceden hasta el final. Aquí, donde las casas terminan, han creado una pequeña plaza en la que cabe una decena de mesas que invitan a un almuerzo (con buen pescado del día) o a un refrigerio, servidos por personal atento del pequeño restaurante. A nuestro alrededor, por tres partes, el mar. Por la punta, (a la hora en que estuvimos estaba subiendo la marea), sonada el ruido de las olas batiendo fuertemente contra las rocas. Y este ruido, junto con la espuma que salpicaba cada poco, me producía una sensación de bienestar.
Me barrunto que un buen día, de esos de lluvia y viento del norte, y con el mar picado, puede ser interesante venir a este sitio a tomar una cerveza o mejor un buen trago de ron.
Te deseo un buen día.
domingo, 11 de octubre de 2009
El charcón
Hola a todos.
La zona noroeste de Gran Canaria, después de pasada la hermosa playa de Las Canteras con sus kilómetros de rubia arena, es una sucesión de acantilados y pequeñas calas de piedra o arena negra. No tiene esta zona la voluptuosidad de las dunas de Maspalomas y de Playa del Inglés ni la sucesión de aguas templadas y en calma del Sur. Por ello los habitantes del norte han tenido que conformarse con lo que la naturaleza les ha proporcionado, eso sí, mejorando de forma inteligente las cosas dentro de lo posible.
Tal ocurre con el Charcón de San Felipe, casi en la desembocadura del barranco de Moya, en donde a las rocas que en la bajamar quedan al descubierto han unido unos pequeños muros para hacer del lugar unas estupendas piscinas. Piscinas con marea baja, supongo, porque la pleamar según me parece no hace que el baño sea aconsejable. Aquí nos vinimos el jueves y pasamos unas horas de relax increíble. Había poquita gente, (para esto vale la pena ser jubilado: entre semana no existe la masificación), la temperatura del día y del mar eran agradables, y el rumor de las olas rompiendo contra las rocas y los muros, tenues al principio y más fuerte según subía la marea, nos acompañaba. Sobre una roca un hombre de espalda lanzaba pacientemente su anzuelo al mar con movimiento certero de la caña. El agua transparente nos permitía ver el fondo del mar y, entre nosotros, un grupo de pequeños peces se ocupaban en mordernos las piernas cual si fueran carnaza, no teniendo mejor cosa en que entretenerse.
Te deseo un buen día.
La zona noroeste de Gran Canaria, después de pasada la hermosa playa de Las Canteras con sus kilómetros de rubia arena, es una sucesión de acantilados y pequeñas calas de piedra o arena negra. No tiene esta zona la voluptuosidad de las dunas de Maspalomas y de Playa del Inglés ni la sucesión de aguas templadas y en calma del Sur. Por ello los habitantes del norte han tenido que conformarse con lo que la naturaleza les ha proporcionado, eso sí, mejorando de forma inteligente las cosas dentro de lo posible.
Tal ocurre con el Charcón de San Felipe, casi en la desembocadura del barranco de Moya, en donde a las rocas que en la bajamar quedan al descubierto han unido unos pequeños muros para hacer del lugar unas estupendas piscinas. Piscinas con marea baja, supongo, porque la pleamar según me parece no hace que el baño sea aconsejable. Aquí nos vinimos el jueves y pasamos unas horas de relax increíble. Había poquita gente, (para esto vale la pena ser jubilado: entre semana no existe la masificación), la temperatura del día y del mar eran agradables, y el rumor de las olas rompiendo contra las rocas y los muros, tenues al principio y más fuerte según subía la marea, nos acompañaba. Sobre una roca un hombre de espalda lanzaba pacientemente su anzuelo al mar con movimiento certero de la caña. El agua transparente nos permitía ver el fondo del mar y, entre nosotros, un grupo de pequeños peces se ocupaban en mordernos las piernas cual si fueran carnaza, no teniendo mejor cosa en que entretenerse.
Te deseo un buen día.
jueves, 8 de octubre de 2009
De excursión
Hola a todos.
Te deseo un buen día.
El domingo estuvimos de excursión. Fuimos con el Club de Mayores 'El refugio' y como otras veces volvimos a Santa Cristina. Es éste un sitio superagradable, bien situado, cerca de las cumbres de la isla aunque más bien en las medianías. Por su orientación al norte recibe los beneficios de los vientos alisios que dan a la zona suficiente vegetación. El día estuvo genial con varias horas de sol que invitaba a permanecer bajo la sombra de los árboles, luego oscureció con nubes bajas que presagiaban una ligera lluvia que no llegó a caer, para luego volver el astro rey. El lugar, que depende del Cabildo, está bien acondicionado para pasar una jornada de asueto pues cuenta con barbacoas, mesas y bancos en los que preparar unas chuletadas o una paella -de lo que se ocupan los amigos cocineros- mientras el resto dejan transcurrir el tiempo charlando, jugando a las cartas o al bingo. Para los menores y los deportistas existe un espacio abierto que les vale para emular a los Etoo, Iniesta y Javi o los ídolos de cada cual del balónpie, y para los senderistas nada mejor que darse una vuelta por los alrededores, despacito, aprovechando el olor de los eucaliptos para llenar los pulmones con savia nueva.
El domingo no hubo chuletada, pero eso sí, la paella con mariscos y muslitos de pollo estaba riquísima. De ello doy fe.
Te deseo un buen día.
lunes, 5 de octubre de 2009
Linda música
Hola a todos.
Hace unos días estuvimos en el CICCA llamados por una velada musical. Nos llamó el enunciado puesto en la programación: En torno a la Bossa Nova: Homenaje en su 50 aniversario. Fuimos dispuestos a pasar un buen rato con la audición de música agradable y no salimos defraudados. Durante alrededor de hora y media, un conjunto, el Paulinho L. Mos Quartet nos llevó con sus melodías y canciones a Brasil. Linda música, desconocida la mayor parte de ella aunque con un par de temas que nos resultaron conocidas. Tal el caso de Chica de Ipanema, melódica canción, algo triste, que nos dicen fue inspirada a los autores, Vinícius de Moraes y Antonio Carlos Jobim, por una muchacha que solía pasar rumbo a la playa.
Copio de la wikipedia lo siguiente, dicho por Vinícius de Moraes de su musa: "el paradigma del tipo carioca; una mujer dorada, mezcla de flor y sirena, llena de luz y de gracia pero cuya visión es también triste, pues lleva consigo, camino del mar, el sentimento de lo que pasa, la belleza que no es nuestra — es un don de la vida en su lindo y melancólico fluir y refluir constante."
Aquí la tienes por si te apetece escucharla, en versión de Jarabe de Palo.
Te deseo un buen día.
Hace unos días estuvimos en el CICCA llamados por una velada musical. Nos llamó el enunciado puesto en la programación: En torno a la Bossa Nova: Homenaje en su 50 aniversario. Fuimos dispuestos a pasar un buen rato con la audición de música agradable y no salimos defraudados. Durante alrededor de hora y media, un conjunto, el Paulinho L. Mos Quartet nos llevó con sus melodías y canciones a Brasil. Linda música, desconocida la mayor parte de ella aunque con un par de temas que nos resultaron conocidas. Tal el caso de Chica de Ipanema, melódica canción, algo triste, que nos dicen fue inspirada a los autores, Vinícius de Moraes y Antonio Carlos Jobim, por una muchacha que solía pasar rumbo a la playa.
Copio de la wikipedia lo siguiente, dicho por Vinícius de Moraes de su musa: "el paradigma del tipo carioca; una mujer dorada, mezcla de flor y sirena, llena de luz y de gracia pero cuya visión es también triste, pues lleva consigo, camino del mar, el sentimento de lo que pasa, la belleza que no es nuestra — es un don de la vida en su lindo y melancólico fluir y refluir constante."
Aquí la tienes por si te apetece escucharla, en versión de Jarabe de Palo.
Te deseo un buen día.
jueves, 1 de octubre de 2009
Noticias gemelas
Hola a todos.
Ayer nos trajo el día dos noticias de ésas que sirven para alegrarnos, que nos aquietan el ánimo, y nos elevan el espíritu. Bastante falta que nos hacen y ya quisiera yo encontrarlas todos los días, o al menos en días alternos, para compensar en la balanza de la información el peso enorme de la crisis y de las corruptelas. Nos dicen estas noticias leídas en la prensa digital que el silbo gomero, y el tango, han sido declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en una reunión celebrada por la Unesco en Abu Dhabi (Emiratos Árabes).
Mientras la candidatura del tango que, como nos dicen, "por su fuerza, conquistó desde hace mucho tiempo una trascendencia universal", fue propuesta por Argentina y Uruguay, el silbo gomero, más sencillo y más pequeño en su localización geográfica, lo fue por el Gobierno de Canarias. En este caso, porque el silbo "tiene un valor excepcional como muestra del genio creador humano, presenta una gran complejidad técnica y estética al tratarse de un sistema de comunicación para facilitar la supervivencia y es expresión de la cultura popular de un territorio".
En mi opinión desde ahora pueden hermanarse Buenos Aires y Montevideo con la pequeña isla canaria de La Gomera. Tienen en común un tesoro grande que la Humanidad les encarga preservar. Enhorabuena.
Si quieres escuchar el silbo gomero, pincha aquí y presta atención al mismo mientras lees despacio las palabras al pie. Verás que con el silbo, hablan.
Te deseo un buen día.
Ayer nos trajo el día dos noticias de ésas que sirven para alegrarnos, que nos aquietan el ánimo, y nos elevan el espíritu. Bastante falta que nos hacen y ya quisiera yo encontrarlas todos los días, o al menos en días alternos, para compensar en la balanza de la información el peso enorme de la crisis y de las corruptelas. Nos dicen estas noticias leídas en la prensa digital que el silbo gomero, y el tango, han sido declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en una reunión celebrada por la Unesco en Abu Dhabi (Emiratos Árabes).
Mientras la candidatura del tango que, como nos dicen, "por su fuerza, conquistó desde hace mucho tiempo una trascendencia universal", fue propuesta por Argentina y Uruguay, el silbo gomero, más sencillo y más pequeño en su localización geográfica, lo fue por el Gobierno de Canarias. En este caso, porque el silbo "tiene un valor excepcional como muestra del genio creador humano, presenta una gran complejidad técnica y estética al tratarse de un sistema de comunicación para facilitar la supervivencia y es expresión de la cultura popular de un territorio".
En mi opinión desde ahora pueden hermanarse Buenos Aires y Montevideo con la pequeña isla canaria de La Gomera. Tienen en común un tesoro grande que la Humanidad les encarga preservar. Enhorabuena.
Si quieres escuchar el silbo gomero, pincha aquí y presta atención al mismo mientras lees despacio las palabras al pie. Verás que con el silbo, hablan.
Te deseo un buen día.
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