lunes, 5 de diciembre de 2011

Enamorándome

Hola a todos.
Tengo claro que terminaré enamorándome de Granada, si a ella vuelvo, pues esta bella y dinámica ciudad me ha ilusionado. Lo de bella, sabrán ustedes por qué lo digo; lo de dinámica, también, si ustedes se han aventurado a recorrerla a pie y en guagua escudriñando en ella cuantos rincones son posibles, en unos paseos sin prisas en días de jubilados asuetos, estando alojados en el bonito y cómodo hotel Reina Cristina situado en la calle Tablas, a un tiro de piedra del templo catedralicio.

Nos fuimos, es un ejemplo, al Paseo de los Tristes: triste denominación para un paseo alegre con sus restaurantes y terrazas y sus vistas más allá del Darro. Tres veces, tres, estuvimos aquí. En la primera, bajábamos desde el Mirador de San Nicolás a donde habíamos subido para gozar de la visión de la Alhambra iluminada en la noche. En la segunda llegamos después de asistir a un espectáculo flamenco en el auditorio que lleva por nombre el del malogrado Enrique Morente, en el Sacromonte. Y en la última estuvimos paseando en horas del mediodía cuando el sol permite gozar de los árboles en la ribera del río, de las torres Bermejas o de la Alhambra con solo mirar hacia lo alto.

Otro día nos decidimos por la Cartuja para tener la dicha de contemplar sus capillas y su claustro en donde parece que aun caminan los monjes de la orden fundada por san Bruno. Y aquí pudimos gustar de un buen número de cuadros religiosos con temas relacionados con la orden y una estupenda "Última Cena", colgados de sus paredes. Al estar cerca de la Cartuja tuvimo la oportunidad de pasear por la zona de la Universidad de Granada, cercana a la plaza de toros. Estuvimos en "Nuestro Bar", barato y pequeño 'bareto' en el que unas gambas fritas nos repusieron de inmediato las pilas, y hasta nos atrevimos a visitar la iglesia y 'museo' dedicado a Fray Leopoldo que tantos devotos seguidores tiene.

Recorrimos las avenidas de Colón y la de los Reyes Católicos que nos llevaban a los centros comerciales y al teatro. Una fuente espectacular, cercana a la Basílica de la Virgen de las Angustias, nos regalaba un final feliz en nuestro paseo. Recorrimos de principio a fin la calle Ervira en donde "habitan las Manolas" según la preciosa canción que lleva su nombre. Fuimos y vinimos. Deambulamos. Caminamos hasta cansarnos y nos sentamos en bancos o en terrazas. Siempre con los ojos bien abiertos y los sentidos gozando de la realidad. Una realidad que con nosotros compartían miles y miles de personas que llenaban de dinámico vivir a la bella ciudad.








El último día visitamos la catedral que encontramos grande, imponente, bella y majestuosa. Tan grande y tan imponente que empequeñece al Hombre. Tan fría. Por ello no es extraño que lo que más nos gustó fueran dos pequeñas joyas escultóricas de Alonso Cano que pudimos ver en la sacristía y en el Tesoro de la Catedral y que para nuestra desilusión no nos dejaron fotografiar.

Te deseo un buen día.

2 comentarios:

Felipe Tajafuerte dijo...

Otro más que cae rendido ante los encantos de esta ciudad. Saludos

Viajes dijo...

Granada es especial. Muy linda.
Me parece que tienes un blog estupendo. La edad es un estado mental, o eso creo yo. Como es tu mail para poder mandarte una propuesta para un intercambio de link?

Muchas gracias y enhorabuena por tu trabajo.

Pablo