"Ya a medio morir, Juanitita la abuela, sólo abre los
ojos tres veces al día para beber café. Pero como
una resaca pequeña y familiar, se le oye a todas
horas quién sabe que rezados."
Pedro Lezcano
"La Chabola"
Hola a todos.
Por fin se ha instalado en las islas algo de frío. No mucho, valgan verdades, pero sí lo suficiente como para apetecerle a uno un 'cafetito' a media tarde, a eso de las cinco que es cuando los ingleses toman su té. Lo estoy tomando ahora mismo, en la cocina, que aún conserva el calor de los guisos del mediodía. Es un café fuerte, negro, de los que saben mejor. Lo tomo con calma saboreándolo. Y a mi lado Pancho, mi perro, me mira con sus ojos inquisidores preguntándome el porqué de mi satisfacción tan manifiesta. Y yo miro más allá de la ventana de la solana en las que las flores rosadas de los geranios de enredadera me sonríen, al sol que trata de abrirse paso entre las nubes aburridas. Al rato vuelvo a la sala y tomo al buen 'tuntún' un libro de los que tengo en mi pequeña biblioteca. Y atino a coger el de Pedro Lezcano (madrileño de nacimiento y canario de vocación pues se afincó aquí en Las Palmas a la que vino por primera vez con nueve años) que lleva por título Paloma o Herramienta y que es una antología de su obra, de la colección Biblioteca Básica Canaria.
Y comienzo a leer, o más bien a releer, hasta dar con este poema de su Romancero Canario que con gusto a continuación les dejo. Espero les guste como a mí me ha gustado.
"La novia del barquero"
"De verdad de Dios, yo he sido
muy duro con las mujeres,
No es por echármelas. Una
por poco me echa las redes.
Estaba la mar picada
por un viento del oeste
cuando me fui tierra adentro
-cosas que hago pocas veces-.
Tienen los campos del centro
más colores que los guerdes.
(Oiga, ¿por qué son las hojas
del eucaliptos tan verdes
si son azules de niñas
y rojas cuando se mueren?)
Blanca como un sargo blanco
salía la luna a verme
cuando me encontré a la moza
cerca de Tamaraceite.
A lo primero enseñaba
más espinas que las nueces,
pero se me fue endulzando,
viendo que yo era decente.
Tenía miel en la boca
como un higo de Valverde.
Debajo de la mantilla
brincaban soles y peces.
Mar de fondo en sus caderas
y mar de calma en su frente.
Cuando le hablaba de amores
se puso a la sombra adrede.
Los dátiles parecían
bocas de maledicentes.
Levantaron las orejas
todas las pitas agrestes
y las tuneras de Indias
dieron flores de repente.
-¿Pero que dices, mi niña,
que deje la mar, que deje
mis trasmayos y mis barcas,
mis arpones y mis redes?
¿Que me ponga dos zapatos,
que me peine con un peine,
que me vista como un muerto
y me entierre entre paredes?
¿Pero que dices, mi niña?
No lo digas ni lo pienses.
¿No ves que tengo la cara
tan salada como un cherne,
que tengo brea en los labios,
que tengo yodo en las sienes,
que tengo sal en las manos
y la alta mar en la frente?
Marcha con tus vacas, marcha,
o vente al mar con mi gente.
Y se quedó con sus vacas.
¡Son cosas de las mujeres!
Las Palmas, 1946
Te deseo un buen día.