Hoy se cumple años de la muerte de mi padre. ¡Hace tantísimo tiempo ya! Yo era muy pequeño y casi que de él no tengo recuerdos. No obstante, al llegar estas fechas su cara y figura me vienen a la memoria ayudados por las fotografías suyas, pocas, que conservamos: la del pañuelo blanco en el bolsillo superior de su chaqueta, y negra cabellera; en aquella otra en la que está con su Lola, marido y mujer hasta la muerte; y en aquella tercera en la que -mano izquierda al cinturón- viste el uniforme de Artillería de su servicio militar...
En este año he recordado mucho más al 'viejo' influenciado sin duda por el libro de poemas que estoy leyendo: Nos dice el poeta:
"Hoy hace cinco años que mi padre
me dejó este gobierno; cuando era
más amplia la ilusión, y la locura
pasaba por mi mente a enamorarse..."
Mi padre y nuestro poeta -Alonso Quesada- compartieron vida y sueños en esta ciudad de Las Palmas, y ahora que yo los leo me pregunto si mi padre llegaría a leer, casi cuando se escribieron, los poemas encuadrados en el libro El Lino de los Sueños. Y porque mi padre y el poeta compartieron la desdicha de sufrir enfermedad de gente joven de aquellos tiempos, y de morir jóvenes, es por lo que pienso que tal vez se diera cuenta de la fijación que Alonso Quesada tenía para con la muerte y para con los muertos, para con los cirios y los cementerios:
"-¿Te acuerdas de aquel día tan famoso
en el que huímos del colegio odiado,
y después de elegir sitio seguro
al cementerio fuimos a ocultarnos?..."
Mi padre sentiría como suyos estos versos: "Acabo de llegar al Cementerio / y he visto tu pedazo y mi pedazo / de tierra, Luis. Enfrente los ha puesto / esa mano cruel, que ha gobernado / tus horas y las mías..."
Y tal vez ¿y por qué no? con estos otros versos, contento, a la Muerte llamaría:
"-¡Amada, amada, la eterna!...
¡Oh, este sol y esta montaña,
y este bronce de mis horas,
y estas flechas de mi aljaba!...
¡Y este pensamiento sobre
el mar!... ¡Y esta lejana
profecía!... ¡Esta verdad!...
¡Y esta fortaleza máxima!
(...)
-¡Amada, amada, la eterna!
Es la hora... ¡El sol aguarda!...!
Te deseo un buen día.
"-¿Te acuerdas de aquel día tan famoso
en el que huímos del colegio odiado,
y después de elegir sitio seguro
al cementerio fuimos a ocultarnos?..."
Mi padre sentiría como suyos estos versos: "Acabo de llegar al Cementerio / y he visto tu pedazo y mi pedazo / de tierra, Luis. Enfrente los ha puesto / esa mano cruel, que ha gobernado / tus horas y las mías..."
Y tal vez ¿y por qué no? con estos otros versos, contento, a la Muerte llamaría:
"-¡Amada, amada, la eterna!...
¡Oh, este sol y esta montaña,
y este bronce de mis horas,
y estas flechas de mi aljaba!...
¡Y este pensamiento sobre
el mar!... ¡Y esta lejana
profecía!... ¡Esta verdad!...
¡Y esta fortaleza máxima!
(...)
-¡Amada, amada, la eterna!
Es la hora... ¡El sol aguarda!...!
Te deseo un buen día.
4 comentarios:
Nuestros padres siempre están en nuestra memoria y solamente morirán en nosotros cuando nosotros lo hagamos. Un abrazo desde mi mejana
Un bellísimo recuerdo y homenaje a tu padre, salpimentado de literatura. Te felicito por ello, amigo mío.
Un fuerte abrazo.
Un homenaje que a todo padre le gustaría que le hiciesen.
Un abrazo.
Que mejor recuerdo a un padre que los versos de un compañero amigo.
Yo también quiero recordar así a mi padre
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