Nos dirigimos hacia el Museo. Estaba cerrado por lo que teníamos tiempo de pasear por las calles límpias y frescas. Nos encaminamos a la iglesia parroquial que también estaba cerrada y notamos que en la plaza no había nadie. Así que buscamos en donde sentarnos y tomar el consabido 'cortado'. Antes, en otra plaza, la del Cabildo, vimos a Platero y recordamos las palabras con que Juan Ramón nos lo presenta en su libro: "Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos..."
En la plaza, Platero relucía al sol. Tenía un color dorado como el maíz recién molido. Como el gofio. A sus pies, en su patas delanteras, una mariposa sobre una hoja... y en los frontis de las casas, por todas partes, mosaicos con trozos pequeños, como bellos recuerdos, de párrafos escritos en alguno de sus libros por el poeta.
El tiempo luego se nos fue en el Museo. De forma rápida, de forma agradable, entre los recuerdos del poeta. La casa (típica casa andaluza) con sus dos plantas está -nos dicen- como Juan Ramón vivía en ella. Pudimos entrar en su pequeño despacho en donde escribió, hace más de cien años, su Platero y yo. (En este 2014 se cumplen los cien de la primera edición por lo que Moguer es una fiesta).
La marina puede ser de Juan Ramón Jiménez o pudiera ser de Sorolla. Poeta y pintor fueron amigos y el pintor se cobijó en la blancura de Moguer en alguna ocasión. Y de él -de Sorolla- es un retrato del poeta que preside la planta baja en lo que es un patio interior, un precioso patio andaluz.
La presencia de Zenobia (su mujer, su colaboradora, su compañera) está viva en la casa por todas partes. Y atrás, en un patio con un establo, un pequeño Platero de bronce pide nuestras caricias intensas.
Te deseo un buen día.
2 comentarios:
Platero y yo, es una delicia
Me gustaría visitar este pueblo. Es que no conozco nada de Huelva, ni siguiera la capital. Saludos desde mi mejana
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