Cahors me encanta. Al río Lot, que con su forma de U convierte a la ciudad en una península, lo cruza cuatro puentes del que el más antiguo y bonito es el Valentré con tres torres fortificadas. Veo mi deseo cumplido de pasear por el río durante algo más de una hora a bordo de un pequeño barco para turistas y, aunque no me entero de lo que dice la azafata en francés, me deleito viendo las dos orillas con los árboles y las casas y con el paso por debajo de algún puente y la visión un pato nadando que no pude fotografiar, y la esclusa con la que suben y bajan el barco para pasar por un punto del río. Como el tiempo era fresco pero no desapacible lo pasamos muy bien con esta excursión fluvial.
Pateamos la ciudad. Allí donde cogemos el barco está uno de los tantísimos jardines que tiene Cahors: el jardín de los sentidos en el que en cinco pedestales (tantos como sentidos) nos dicen como benefician las flores a cada uno de ellos: la vista, el olfato, el gusto, el sonido y el tacto tienen algo que agradecerles. Hay cientos de jardineras colgadas de los postes de la luz por toda la ciudad con flores de la estación y seguramente en primavera será una gozada el verlas. En otro de los puentes vemos la estatua de Juana de Arco, y en el boulevard Gambetta otra estatua de este señor con un cañón a su lado que ignoro quien fue; lo interesante es que en este boulevard -en donde se encuentra el Ayuntamiento y otros edificios de interés como el teatro y el liceo- nos sentamos en una terraza y las mujeres pueden ir de compras a la tienda llamada Opio donde encuentran prendas y artículos para ellas a precios baratísimos. Almorzamos en un restaurante de la zona, La Lamparo, y demás está decir que fue comida y bebida francesa deliciosa. Nos faltó montarnos en el pequeño tren que recorre los sitios más interesantes de la ciudad.
En la trasera del boulevard y cercana al Ayuntamiento está la catedral cuyo interior no pudimos ver por estar cerrada. Lo que si vimos fue el espectáculo del mercadillo que celebran los sábados en el que quesos, flores, frutas y vinos se venden junto a carnes -el pato está siempre presente- y productos de la huerta. Y hay calles estrechas con su encanto. Ese día, cuando llegamos, los termómetros marcaban cuatro grados de temperatura que después subirían a diez y a trece; la gente iba bien arropada pero el frío era perfectamente soportable. Aprovecho para hacer fotos mientras los demás compran. En otra ocasión estuvimos junto a la La Fontaine des Chartreux que es un inmenso depósito de agua que suministra no sólo a Cahors sino a toda la comarca y que se conoce y está explotada desde los tiempos de los romanos.
Debo citar también a Pont de Rhodes, pueblo cercano a Cahors, en cuyas inmediaciones y junto a un preciosos molino (sin aspas) se alza un monumento a los héroes franceses. Y no debo olvidarme de que en tantos viajes pudimos ver cerquita a un toro joven, a un poney, a unos caballos, gallinas y patos, y preciosos perros, y hasta algunos cuervos que siempre se me escapaban sin dejarme hacerles una fotografía.
Te deseo un buen día. Sé feliz.
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