Ya en la calle me dirijo hacia la Plaza del Pilar y veo el manto preparado a los pies de la Virgen (estructura metálica con muchas celdas) vacío de flores. Aún en temprano y no ha llegado ningún oferente. Subo camino de la Plaza de España y veo a la luz de las farolas a los primeros que van caminando despacio con los ramos de flores entre las manos, detrás de un grupo de policías municipales con traje de gala a caballo. Sigo hacia el hotel y por cada bocacalle va apareciendo alguien, normalmente en grupos pequeños, que van hacia el lugar de reunión. Más tarde, ya a plena luz podemos gozar -ya estoy acompañado- de la preciosa comitiva. Miles de persona, con trajes regionales llevando flores en racimos y en cestas forman una procesión inenarrable. Flores blancas la mayoría pero en la que faltan de otro cualquier color que van entregando a quienes en la estructura se ocupan de ir colocándolas desde los pies de la Virgen hacia el suelo de la Plaza. Arriba los blancos gladiolos y claveles. Son miles y miles los zaragozanos y aragoneses, mayores y pequeños, mujeres y hombres, abuelos y nietos, los que abren la comitiva. Luego vendrán los de otras muchas regiones mezclándose con ellos. De Castilla y de Navarra, asturianos y gallegos, andaluces y canarios... Todos hermanados en un acto que ni siquiera la lluvia, fuerte en algunos momentos, puede deslucir. No en vano en este año se cumplen los 50 desde la primera Ofrenda de Flores al Pilar.
Al siguiente día tiene lugar la Ofrenda de Frutos en la que si cabe todavía es más visible la presencia de las distintas regiones y pueblos. Comienza más tarde y el día amanece con sol y sin lluvia. Aquí las flores son reemplazadas por toda clase de frutas y verduras de la tierra llevadas primorosamente apiladas en cestas y pequeños carros o carretas. Los únicos animales son dos hermosos caballos montados por policías municipales que abren la marcha. Nadie desfila sin el traje regional y muchos de los grupos van cantando y bailando músicas y trajes típicos. De Aragón vemos unos pastores altos y recios. Navarra, creo recordar, llevaba un grupo de hombres con chamarras de piel de oveja y grandes cencerros a la espalda que sonaban al bailar. Canarias llevaba como frutos de la tierra los ricos plátanos; hablamos con algunas mujeres canarias y nos dicen que añoran las islas y las playas.
Por la tarde, ya con el sol puesto, tiene lugar el Rosario de Cristal. Es cuando único oigo altavoces que en esta ocasión sirven para llevar los avemarías del Santo Rosario por las calles. Cada feligrés lleva una lámpara (a modo de vela) encendida y pasan, cada poco rato uno, unos pequeños tronos de cristal y de colores variados que también van iluminados. Es una procesión única en el mundo y de las más lindas que podamos presenciar.
Te deseo un buen día. Sé feliz.
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