Por esta tierra mía en donde nací y vivo, cuando, jugando a la lotería, se ha de cantar el número quince, se dice elevando la voz y con tono de complicidad ¡la niña bonita! ya que, no en vano, la niña de 15 -todos lo sabemos- llevan en sus poco años la fragancia de la azucena, la perfección de la rosa y la desenvoltura de la amapola que entre los trigos florece.
En la lotería de la vida alguien se ocupa de cantar los números por nosotros. Y vamos marcando (con judías o garbanzos, con alegrías o zarpazos) cuando nos toca, las casillas correspondientes en los cartones que jugamos. En estos últimos días todos hemos marcado, con inusitado interés, alabando unos, denostando otros, la casilla número 15. El 15-M. Fue cantado este número, con ganas y con arrojo, por la Juventud, pretendiendo los jóvenes jugar en la partidas de sus vidas en las que no habían sido invitados. Juventud cansada de estar y sentirse postergada, y que además tiene el sambenito de ser 'nada de nada'. Juventud que busca su sitio en un sistema que no comprende y que por tanto quisiera cambiar... o ser antisistema. Indignados. Indignados por un presente mediocre en un mundo que no entienden. Indignados por un futuro incierto pese a ser con mucho la juventud mejor preparada.
Me pregunto, para mis adentros, si aquellos a quienes van dirigido el mensaje de la Juventud lo entenderán. Me temo que seguirán éstos -los señores de la política- con sus enredos, sus acuerdos, sus componendas, sus prebendas y sus promesas cantándonos cada siempre las bondades de la Democracia que nos permite votar, en tiempo y forma... a ellos, sólo a ellos, en sus cerradas listas partidistas.
Un viento fresco recorre plazas y parques -viento fresco de jóvenes de todas las edades- haciendo florecer madroños y azucenas, rosas y gladíolos, madreselvas y amapolas en los lugares estériles de la Política en España. Bienvenido sea.
Te deseo un buen día.