Hola a todos. La casa de mi madre tenía y aún conserva una escalera de mampostería que une la planta baja con la alta. Debajo queda un espacio pequeño, como una alacena, que sirve para guardar cosas útiles, o no, de la vivienda. En un tiempo en que este espacio estaba vacío no era raro ver a dos figuras menudas que se contorsionan, pelean, gruñen y cambian su posición, estando una encima de la otra en un animado ejercicio de lucha. Una figura se corresponde con la de uno de mis hermanos gemelos más pequeños que yo, de nombre Jesús, y la otra con la del perrillo que teníamos en casa al que llamábamos Sultán. Era éste un perro sin pedigree, callejero como nosotros, pues en aquellos tiempos no conocíamos a los 'foxterrier', 'yorkshire', ni otros de pelajes exóticos. ¿Quién de los dos hace más perrerías? La casa, que da para lo que hoy es el Parque de las Rehoyas entonces inexistente como tal, parecía a punto de desplomarse por el barranco en la esquina de Paquito, porque aún no estaba construido el muro de contención que delimita la calle con el citado parque. Tampoco estaban la guardería ni las canchas deportivas siendo buena parte del barrio solares sin edificar. Por ello, Sultán y nosotros, (yo el poco tiempo que estuve fuera del internado) lo pasábamos correteando por el espacio libre de casas y de coches. Sultán era para nosotros muy bonito, con un tono color caramelo y manchas blancas, y para Jesús el mejor amigo del mundo. Era también mi hermano aficionado a las palomas y durante años cuidó de las que teníamos en el rústico palomar en el patio.
Jesús no tuvo la suerte de cara. Nació sordo (sordomudo por tanto) y con una insuficiencia mitral que al final se lo llevó jovencillo. Era algo enfermizo pero animoso. Conocido en todo el barrio era amigo de todos y en todas partes bien recibido. No pudo ir como los demás niños a la escuela y sólo recuerdo dos períodos en los asistió a alguna: en una infantil que tenía una señora frente a lo que era el cine Sol, y ya más grandito en el colegio del Estado que estaba algo lejos de casa, en la calle Granadera Canaria al final de la de Reyes Católicos, donde con mucha voluntad se inició en horario no lectivo la escuela de sordomudos. En ambas pudo aprovechar poco y como no aprendió a hablar, salvo palabras sueltas, nos entendíamos con él por señas no regladas como las de hoy y él se defendía cuando algo le molestaba dando gritos.
Todos nos queríamos en casa incluyendo a Sultán. Recuerdo un día en que bajando desde Schamann, barrio donde vivíamos, por los Cuatro Cañones fuimos a la playa de Las Alcaravaneras, que era playa familiar y de casetas, llevando a nuestro perro atado con una simple soga de esparto. Por lo demás pocos son los recuerdos cercanos porque la convivencia diaria sin sobresaltos hace que la vida sea uniforme sin aristas que dejen momentos claves en la memoria. Cuando ya era algo viejo, nuestro Sultán sufrió un atropello que lo dejó cojeando, y supongo que murió poco después en nuestra casa con el cariño de todos.
Te deseo un buen día.
1 comentario:
Creo q en muchas casas hemos tenido un "Sultán" ese ser tan querido por todos y que por momentos era el nexo de unión entre risas, amor y esa magia q otorgan estos bellos animales en los senos familiares. Mi Sultán se llamaba "Layca" y no fue al espacio pero nos hizo volar la imaginación, fue nuestra perra, nuestro caballo, nuestro saco de boxeo. jajajaja. Que tiempos nos dió tan bella perra ratonera.
Gracías LegnA por ayudar a recordar tus historias y las nuestras propias.
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