Hola a todos.
Oí la noticia por la radio al poco de haberse producido el fallecimiento. José Saramago había muerto en su casa de Tias en la isla de Lanzarote. La noticia me cogió con el pie cambiado y, lo confieso, sentí un revolcón en la barriga. Murió el hombre a quién yo me había atrevido a enjuiciar, al enjuiciar su última novela publicada. Pensé volver atrás y rectificar lo que pudiera de mi última entrada, al menos su título. ¿Quién era yo para poner en tela de juicio la obra, quizá póstuma, de este premio Nobel, hombre honesto a carta cabal que no trataba de disimular su desencuentro con Dios? Me contuve y dejé lo que había escrito tal como me lo dictó la conciencia hace escasos días. Saramago había hablado de Dios con palabras gruesas puestas en boca de Caín y mi incapacidad para expresarme correctamente no me dio pie para decir que, a pesar de no estar de acuerdo con el fondo, sus razonamientos me gustaron. En desagravio, prometo leer algo más de este artista de la palabra que nos ha dejado. Tal vez me atreva con su novela más controvertida: El Evangelio según Jesucristo por la que ha sido condenado por el Vaticano. Que descanse en paz.
Te deseo un buen día.
1 comentario:
Hola Ángel. A todos se nos ha muerto un pedacito del alma. Pasé hace unos días por Gran Canaria, pero como siempre sin un minuto libre. Volamos hasta allí para hacer el programa de la SER, y con las mismas nos volvimos. Ni 22 horas en total. Así es la vida del viajero... a veces. Prometo volver con más tiempo.
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