Hola a todos. Casi a mitad del siglo pasado, en 1955, entré a trabajar en la distribuidora de butano. Dos años antes esta empresa había iniciado la comercialización de este gas en Canarias, los primeros según tengo entendido de España. Antes de eso ¿cómo se cocinaba? ¿Cómo se las arreglaba nuestras madres y hermanas para hacer deliciosos pucheros, potages, sancochos, frituras y demás? Había cocinas de carbón o leña, en las casas de gente rica supongo que perfectamente equipadas, pero al menos en casa del pobre la reina era las cocinillas. Eran éstas unos artilugios que en mi opinión tenían un aspecto elegante. Con tres patas algo curvas que sujetaban la parte inferior, un recipiente como si fuera una fiambrera cerrada, con dos agujeros, uno con tapa de rosca para introducir el petróleo, y otro para el fuelle que permitía dar la presión necesaria para que el combustible subiera hasta el quemador colocado en la parte central, y en la parte alta las patas dobladas y preparadas para sostener los calderos o sartenes. La llegada de la que años después sería popular bombona fue todo un acontecimiento. Poco a poco, casa a casa, iba llegando la noticia de una 'cocina a gas' que no ahumaba, no tiznaba de ollín, no había que destupir cada poco, no había que llevar, como si al médico se tratara, a casa del latonero... Además las cocinillas presentaban el peligro de que al derramarse el petróleo podía ocasionar fuego en la casa. Recuerdo como a mi madre, un día, se le inflamó y ardió algo que tenía en la pared de la cocina, entonces sin los azulejos tan bonitos de ahora. El destupidor era un trozo de lata con un corto hilo de alambre en la punta que costaba Dios y ayuda meter en el pitorro. Y la 'tierra sol' era lo que se empleaba para quitar el tizne de los cacharros de cocina.
Si la bombona vino a liberar a nuestras abuelas y madres en el arte de cocinar (en algunos años llegó hasta el último pago del último barrio del último pueblo de cada isla), la lavadora automática vino a liberarla de lavar en las piletas, o en las acequias en los campos, frotando la ropa, en ocasiones bastante sucia sobre todo los calcetines y el "mono" del obrero, a mano y con jabón en pastilla de nombre 'Lagarto' o 'Suasto?'. Nada de suavizante, jabón en polvo o líquido que "lava más blanco lave como lave". No señor, ¡habia que sudar hasta el delantal y el zagalejo!.
Las planchas eran otra cosa: teníamos la plancha normal y el hierro. La normal con un diseño parecido a un barco cortado a la mitad, donde la parte delantera era la proa, y la parte de atrás parecida a lo que tienen los modernos ferrys para entrar los coches que servía, por una abertura al efecto, para dar aire con que mantener las brazas encendidas. Porque en su barriga había que poner carbón, encenderlo y mimarlo. Mi madre que enviudó joven y tuvo que trabajar como una leona para sacar adelante a sus cinco cachorros, cinco pequeños que cabíamos en una cereta como le oí decir muchas veces, sabía mucho de lavar y de planchar. Y nosotros en ocasiones ayudabamos según nuestras fuerzas abanicando la plancha o llevándola a la esquina de Paquito, nuestro vecino, para que el viento lo hiciera por nosotros. Esta plancha en su parte alta tenía como una chimenea curva además del asa, normalmente de madera para que no quemara, por donde agarrarla. La verdad es que el conjunto no era nada feo pese al color negro de su armazón. El hierro era el hijo pequeño de la plancha: no tenía barriga y por tanto no necesitaba carbón y se calentaba ¿cómo no? en la cocinilla.
Los jóvenes y menos jovenes de hoy, con tanto aparato digitalizado, donde la vitro ha venido a hacerle competencia al butano, con tanto ordenador, mp3, aparatos y juguetes; donde según he oído o leído, no sé, existen casas con baño en las que quien utiliza el retrete sale con el trasero limpio y seco, no pueden hacerse una idea cabal de como trabajaron sus mayores hace medio siglo. Además, y como nota marginal, hay que decir que en las casas había quinqué para alumbrarnos cuando se 'iba' la luz, bacinilla donde mear, pila con culantrillo y talla donde caía el agua para beber, la pera donde se ponía agua y sal para dar una lavativa a los que estaban 'tupíos', molinillo para moler el café que se compraba en grano y sin tostar y otras tantas cosas que eran el ajuar de las mujeres de entonces, auténticas heroinas de la posguerra.
(Fotos obtenidas de http://www.fedac.org/)
Si la bombona vino a liberar a nuestras abuelas y madres en el arte de cocinar (en algunos años llegó hasta el último pago del último barrio del último pueblo de cada isla), la lavadora automática vino a liberarla de lavar en las piletas, o en las acequias en los campos, frotando la ropa, en ocasiones bastante sucia sobre todo los calcetines y el "mono" del obrero, a mano y con jabón en pastilla de nombre 'Lagarto' o 'Suasto?'. Nada de suavizante, jabón en polvo o líquido que "lava más blanco lave como lave". No señor, ¡habia que sudar hasta el delantal y el zagalejo!.
Las planchas eran otra cosa: teníamos la plancha normal y el hierro. La normal con un diseño parecido a un barco cortado a la mitad, donde la parte delantera era la proa, y la parte de atrás parecida a lo que tienen los modernos ferrys para entrar los coches que servía, por una abertura al efecto, para dar aire con que mantener las brazas encendidas. Porque en su barriga había que poner carbón, encenderlo y mimarlo. Mi madre que enviudó joven y tuvo que trabajar como una leona para sacar adelante a sus cinco cachorros, cinco pequeños que cabíamos en una cereta como le oí decir muchas veces, sabía mucho de lavar y de planchar. Y nosotros en ocasiones ayudabamos según nuestras fuerzas abanicando la plancha o llevándola a la esquina de Paquito, nuestro vecino, para que el viento lo hiciera por nosotros. Esta plancha en su parte alta tenía como una chimenea curva además del asa, normalmente de madera para que no quemara, por donde agarrarla. La verdad es que el conjunto no era nada feo pese al color negro de su armazón. El hierro era el hijo pequeño de la plancha: no tenía barriga y por tanto no necesitaba carbón y se calentaba ¿cómo no? en la cocinilla.
Los jóvenes y menos jovenes de hoy, con tanto aparato digitalizado, donde la vitro ha venido a hacerle competencia al butano, con tanto ordenador, mp3, aparatos y juguetes; donde según he oído o leído, no sé, existen casas con baño en las que quien utiliza el retrete sale con el trasero limpio y seco, no pueden hacerse una idea cabal de como trabajaron sus mayores hace medio siglo. Además, y como nota marginal, hay que decir que en las casas había quinqué para alumbrarnos cuando se 'iba' la luz, bacinilla donde mear, pila con culantrillo y talla donde caía el agua para beber, la pera donde se ponía agua y sal para dar una lavativa a los que estaban 'tupíos', molinillo para moler el café que se compraba en grano y sin tostar y otras tantas cosas que eran el ajuar de las mujeres de entonces, auténticas heroinas de la posguerra.
(Fotos obtenidas de http://www.fedac.org/)
Te deseo un buen día.
1 comentario:
Bonito cuento sacado de los libros de historia sino llega a ser porque esos libros no enseñan estas cosas tan nuestras,tan entrañables sino fechas y guerras.
Bonito recordar esos tiempo y ver como ha evolucianado el hombre. ¿He dicho evolucionado? Bueno si, como ha transformado las cosas. Está bien dicho pues eso no signifique que las haya mejorado. jajajaja.
¿Quien puede olvidar un potaje pochado al fuego de la leña?¿quien puede olvidar el olor de esa ropa almidonada y planchada con los sudores de nuestros antepasados?
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