Hola a todos. Mientras me entretengo con el ordenador en casa veo sobre una mesa junto a las figuras del Misterio de Navidad una flor de Pascua. Su color rojo vivo entremezclado con el verde de las hojas dan una nota de color contra el claro de las cortinas. Es una flor llamada a desaparecer casi cuando termine estas fiestas pues parece que las plantan para que dure poco. Es una flor sencilla y nos acompaña, tanto en casa como en plazas y rotondas en cuanto diciembre se asoma al almanaque. En este año recién estrenado, dentro de once meses, volveremos a repetir la tradición y nos haremos con este bonito símbolo navideño que, al contrario que el Árbol de Navidad, no necesita de bolas ni de guirnaldas ni de luces para ser bello.
Otro tanto ocurre con decenas de flores que podemos ver a diario paseando -pateando- la ciudad. Son en su mayoría flores humildes a las que casi no prestamos atención pero que, en un gesto de agradecimiento a la vida, nos deleita con multitud de formas y colores. El ir en coche y con la preocupación de llegar no nos deja tiempo para ver las cosas sencillas: la flor, la luz, las nubes... Otra cosa es ir sin prisas caminando y deteniéndose allá donde nos parece. Es una de las grandes ventajas del desocupado que permite admirar viendo y no pasando de largo.
Está bien querer a las flores con el renombre de la rosa, de la hortensia, del jacinto. En las floristerías podemos encontrar cuantas queramos para hacer preciosos ramos que nos alegren la vivienda. Pero las florecillas, esas que nombro y que no tienen nombre al parecer, son las que a mí más me alegran. Y en nuestra ciudad, y en Gran Canaria toda, podemos encontrarla con poco que miremos a la Naturaleza con amor.
Te deseo un buen día.
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