Hola a todos. Un día conoce uno a alguien que por un motivo u otro deja huella en nuestros pensamientos; no se trata de personas sublimes, héroes al uso, capaces de dejar su impronta por el don de la palabra o sacerdotes que nos hagan conversos de su religión. Son más bien personas normales, del pueblo, vecinos nuestros, que por razón de su carácter y temperamento nos llegan hasta el fondo de nuestro yo más íntimo.
Coincidí esta mañana con un amigo de la juventud y recordé a un hombre que reunía los atributos antes señalados; era guardia civil y por razón de su profesión podría cualquiera pensar que era serio siendo la verdad que su sonrisa y su sentido del humor contradecía oportunamente a su uniforme. Creo que su verdadera vocación era la docencia para la que tenía un don especial; amable con todos, paciente, amigo de jóvenes y mayores, se las componía perfectamente para impartir clases en su domicilio particular a un grupo de chavales que tratábamos de aumentar nuestros conocimientos; su fuerte en la enseñanza eran los dictados pues quería que sus alumnos aprendieran a escribir sin faltas de ortografía, y para ello utilizaba el método de insistir en un dictado corto diario que repasábamos en clase. No se conformaba con dar clases a muchachos necesitados de su mano; también a su casa de cuatro pisos en Schamann -en el último piso vivía- subían hombres mayores a prepararse para los exámenes de ingreso en la Benemérita, siendo grande el número de aspirantes que aprobaban salido de sus enseñanzas.
Tenía don Fernando, pues tal era su nombre, cinco hijos, chicos y chicas, con los que prontamente hice amistad, siendo uno de ellos de igual nombre que el padre, compañero mío en el trabajo hasta mi jubilación. A mi memoria viene cuando le destinaron en invierno a Teror y tenía que hacer ronda, en pareja de guardias civiles, por caminos y vericuetos de la zona hasta Valleseco, con el capote para resguardarse del frío de la madrugada en sus caminatas, y también recuerdo que nombraba los días de desfile cuando uniformado con ropas de gala, tricornio incluido y zapatos relucientes, tenía que desfilar en alguno de los que despotricaba por el cansancio, pero que a la vez le dejaba satisfecho porque era para él un orgullo el poder hacerlo. Fue destinado también a la Comandancia en Las Palmas, allá por Vegueta, en tareas de administración.
Tuvo la suerte don Fernando de ver junto a su esposa fructificar la educación en sus hijos consiguiendo todos ellos situarse en la sociedad. Falleció ya mayor cuando le habían hecho muchas veces abuelo. A cuantos le conocimos nos dejó un recuerdo entrañable y es justo que mis amables lectores conozcan de su existencia.
P.S. Foto tomada en la web de la Guardia Civil.
Te deseo un buen día
1 comentario:
Hola, Angel.
Soy Fernando, aquel que compartió contigo más de cuarenta años en el terreno laboral. En lo personal, seguramente pasan de cincuenta.
Me encanta poder dirigirme a tí de forma que quede constancia de lo que digo (cuando hablamos, se nos escapan algunas sandeces).
Quiero agradecerte el comentario que haces de mi padre que, como bien dices, tenía un don especial para la docencia. Era un "maestro".
Gracias de nuevo.
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