Hola a todos.
Me llegaron de buena tinta las ilusionantes nuevas. Había terminado la liga de fútbol profesional y el FC Barcelona y el Real Madrid podían gozar un año más de los primeros puestos de la tabla clasificatoria. Además habían conseguido retos impensables hasta hace poco en puntos y en goles. Estupendos atletas, nacionales unos, foráneos otros, habían conseguido poner el listón tan alto que eran aclamados en el mundo entero. Pero, ay!, de repente llegó a mí una reflexión que fue entrando en mi cabeza como una barrena y que me llenó de turbación y bajona. Vi clarito, para mi tormento, que estos deportistas de élite, dedicados al noble oficio del entretenimiento, no eran, no son, funcionarios ni jubilados. Yentonces vislumbré su drama. Ellos, tan famosos y envidiados, no podían ayudar al Estado con una rebaja en sus salarios del cinco por ciento ni congelando las pensiones. Lloré, lo confieso. No me avergüenzo por ello. Lloré pensando en que la celebración por sus triunfos y sus gestas iban a estar empañadas por la tristeza, y me dije, muy calladito, sólo para mí, que la vida es injusta con aquellos a quienes los dioses del Olimpo señalan y escogen de entre los mortales.
Te deseo un buen día.
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