Hola a todos. Leí hace poco en una revista o periódico una entrevista que hacían a alguien de la iglesia católica en la que hablaba del nuevo modelo de financiación acordado entre el Estado español y la Iglesia, en el que los fieles tienen que 'mojarse' más para el sostenimiento del clero y de los edificios eclesiásticos. Insistía el entrevistado en la necesidad de que los fieles marquen con una X la casilla correspondiente en la declaración de la renta, para que un porcentaje de lo que pagamos a Hacienda vaya a la Iglesia. Daba, entre otras razones, su opinión de que las catedrales, iglesias y ermitas en todo el territorio nacional son un legado de nuestros antepasados, que debemos cuidar y preservar por su carácter cultural además de religioso. Además de las edificaciones hay que considerar también los cuadros, esculturas y demás ornamentos que se conservan de gran valor histórico. Supongo que este razonamiento es suficiente para muchos a la hora de hacer la declaración, pues no creo que nadie quiera que catedrales como la de Santiago, León o Burgos, o la nuestra de Las Palmas caigan por abandono.
Manifestaba el entrevistado que el sueldo de un cura es de seiscientos euros al mes, y que esta cantidad podía ser aumentada dependiendo del número de misas que oficiara. Esto último me pareció una barbaridad (sin conocer los detalles, claro) porque, para un ministro del Señor lo máximo sería decir la Misa, o sea, la Eucaristía. Dejo en el aire la duda de que yo al leer entendiera mal la precisión y que a lo mejor quiso decir otra cosa.
El tema me trae a la memoria el recuerdo de una costumbre que teníamos cuando yo era pequeño o jovencillo. Resulta que había algunas personas que tenían en su poder una pequeña estatua de santo, o de la Virgen María, metida en una urna con cristal en la parte delantera y unas pequeñas puertas de madera y una abertura a modo de hucha. Esta urna, con santo o Virgen, iba de casa en casa como en peregrinación, permaneciendo en cada vivienda uno o dos días. El ama de casa encendía algunas lamparitas de aceite pidiendo por la familia, y ponía en la abertura algunas monedas. Hoy cabe preguntarnos ¿era piedad lo que impulsaba al poseedor de la urna a llevarla de casa en casa, o era una forma de hacerse con unas pesetillas? De cualquier forma a las gentes sencillas de entonces les hacía mucho bien esta mudanza.
Te deseo un buen día.
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