Nos dice Unamuno:
"En Fuerteventura se le llama guelfo al camello mamón, o de leche;
luego majalulo, hasta que empieza a trabajar, a los tres años,
y luego camello".
Hola a todos. Desde Corralejos se ve la costa sur de Lanzarote y en medio, a una cuarta de Fuerteventura, el islote de Lobos llamado así por la colonia de leones marinos que aquí vivían. Corralejos es un paisaje de singular belleza con las dunas de arena rubia, de varios kilómetros, que besa al Atlántico en un incesante juego de olas que van y vienen impulsadas por el constante viento. En la playa -lugar ideal para windsurfing- pueden verse cometas de variadas formas y colores, elevadas por manos diestras que las hacen volar como vuela la imaginación hacia el cielo, mientras las tablas de windsurf, con la velas desplegadas, pasan raudas sobre las crestas de las olas. De aquí zarpa, como si de una guagua en el mar se tratara, los ferries de Naviera Armas que une Fuerteventura y Lanzarote. Y así pasamos de una a otra isla en unos viajes que nos fueron placenteros, tanto en la ida como en la vuelta, de media hora de duración.
Fuerteventura es una isla reseca, casi la mayor en extensión de las Canarias sólo superada por Tenerife en pocos kilómetros cuadrados. Sin ser montañosa, en el macizo de Betancuria tiene alturas superiores a la isla de Lanzarote, y cuenta la isla con montañas esparcidas sobre el terreno volcánico. Están la Montaña Roja, cercana a Corralejos, gemela a la de Tindaya de la que quieren socavar el interior y abrir un espacio desde donde contemplar la magnificencia del cielo, según dicen. A lo mejor se trata de localizar por estos parajes a la luz de Mafasca, que se cuenta, se aparecía a los que se atrevían a caminar de noche, por estos lugares acercándose y separándose de ellos, creyendo las buenas gentes que puede ser un alma en pena.
Estuvimos en El Cotillo, junto al mar, donde Mariquita Hierro regentó durante muchos años una casa en donde se podía comer el pescado de la zona, y la sopa de pescado, claro, en un lugar donde sólo habían unas pocas viviendas y la inmensidad del mar por toda compañía. Hoy en día ha crecido mucho y cuenta con un muelle nuevo terminado en una roca que forma una rada con bonitos barcos en su interior y además con una torre circular del siglo XVI, El Tostón, en la que hay fotografías expuestas estando preparado para dar información turística.
Proseguimos por el interior de la isla viendo plantaciones de aloe en Lajares, cultivo nuevo que recuerda los importantes cultivos de garbanzos, lentejas, judías, avena, chícharos, y alfalfa que en los años cincuenta del pasado siglo hizo de Fuerteventura el granero de Canarias. Se cultiva aquí en lo que llaman gavias, que vienen a ser unas parcelaciones del terreno llano con pequeños muros formando rectángulos en donde plantan las semillas en seco a la espera de las lluvias de primavera; venidas éstas, las gavias se llenan de agua y las semillas se multiplican como en el pasaje evangélico de la buena tierra. Me indica todo esto Sergio, más joven que yo un rato y componente del Grupo de viajeros, que conoce estupendamente estos parajes puesto que venía aquí a pasar largas temporadas en casas de familiares y que por ello conoce la isla como la palma de su mano. Hablando con él de estos temas me comenta que Vázquez Figueroa ha escrito una novela llamada Fuerteventura en donde nombra a La Pared, lugar prehispánico que dividía a la isla en dos reinos, Jandía y Maxorata, y que más recientemente en la Segunda Guerra Mundial, y hasta los años sesenta y pico, separaba la península de Jandía del resto de la isla con alambres de espino en lo que era feudo de los militares alemanes.
Hoy en día esta zona de Morro Jable y Costa Calma y Jandía luce esplendorosa como reclamo turístico de quienes vienen buscando sol a raudales y tranquilidad en sus extensas y rubias playas.
Mañana, Dios mediante, te contaré algo de Lanzarote.
Te deseo un buen día.
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