Hola a todos. Por una vez, y sin que sirva de precedente, me olvidé casi del vino. ¡Qué rica que estaba la dorada, Señor! Gracias tenemos que darte por permitirnos comer cosas tan buenas. Y gracias a Gloria que nos trae a restaurantes tan sencillos pero tan buenos en nuestro viaje por Lanzarote. Estaba en Punta Mujeres, al ladito del mar y cerca de los Jameos del Agua. A la vista de la dorada, frita, con la piel bien cocinada, un tamañito ni grande ni pequeño, carne blanca y jugosa que se desprendía de las espinas sin problemas, se me hizo la boca agua. No era necesario añadir ninguna salsa, ni tomar la ensalada ni las papas que acompañaba a tal manjar. La dorada por sí sola era plato suficiente. El restaurante lo regentaba un señor venido de Colombia a la vista de los muchos posters de este país colocados en las paredes, y a él encargué felicitara al cocinero. Para celebrarlo quise que me fotografiaran con la cabeza del rico pescado, que ya descansaba en mi estómago, y a esta foto se unió Gloria celebrando el feliz acontecimiento.
Habíamos hecho un recorrido por Tahiche y por Haría viendo esta localidad desde lo alto en lo que se conoce como el Valle de las Mil Palmeras, bella conjunción de este símbolo de Canarias con las casas blancas y la negra o rojiza lava; pasamos por el Malpaís de la Corona con la montaña de este nombre, cráter de la erupción que llenó de lavas toda esta zona y que semeja con sus tres picos y la hondonada central una corona, de ahí su nombre; fuimos cerca del Mirador de Guinate junto al Mirador del Río donde la Costa de Famara y desde el que pudimos contemplar las islas del archipiélago Chinijo con La Graciosa en primer lugar y Alegranza y Montaña Clara; nos deleitamos viendo el brazo de mar que separa Lanzarote de La Graciosa que recibe el nombre de El Río, con aguas límpidas y casi transparentes de colores azul o verde claro; terminando antes del almuerzo en los Jameos del Agua en cuyo exterior pude ver con claridad uno de los Roques, del Este o del Oeste, y medio en bruma al otro.
Los Jameos es una de las obras de César Manrique aprovechando lo que la Naturaleza dio a Lanzarote por medio de los volcanes. Cueva o bolsa que se adentra en el mar y que ha sido preparada y embellecida para disfrute de locales y extranjeros con profusión de plantas y luces colocadas estratégicamente. Dar un paseo por Los Jameos, bajando unas escalinatas por uno de sus extremos y subiendo por el otro es un ejercicio agradable sin que produzca cansancio alguno, y unas mesas de restauración sirven para reponer fuerzas o tomar alguna bebida. No pudimos ver, por obras, el Auditorio y pienso que sería buena idea venir a un concierto en sitio tan especial para conocer de primera mano como suena la buena música en este lugar.
Por la tarde estuvimos en la Cueva de los Verdes. Esta cueva conserva un secreto de siglos en sus profundidades, que tal vez tiene que ver con el hecho de que los antiguos habitantes de Titerroy Gatra -hoy Lanzarote- se escondían en ella para resguardarse del ataque de los piratas, no desvelado por ninguno de las personas que a diario la visitan. O tal vez es fruto de que la cueva fue formada por el paso del magma a temperaturas de 1.200 grados centígrados (temperatura no apropiada para hacer la pedicura precisamente). O quizás es que al pasar por los angostos y estrechos pasillos hay que ir casi a gachas para no romperse la crisma contra el techo. O a lo mejor es que las simas profundas nos llama y pensamos en bajar de cabeza. ¿Quién sabe? ¿Desvelará alguien, alguna vez, el misterio...?
Te deseo un buen día.
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