domingo, 25 de mayo de 2014

Paseo en Jerez

Hola a todos.
En puridad nos podríamos hablar de paseo en Jerez. Nuestro paseo por la ciudad se limitó a un recorrido en guagua desde el lugar por el que entramos (veníamos de Sevilla) hasta nuestro destino que era la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre. Por el camino, desde las ventanillas del autobús al circular por la avenida, fuimos viendo en las rotondas unas esculturas que dan fe de la devoción de Jerez por los caballos. Esculturas y grupos escultóricos bellos que no pudimos fotografiar. Al final no nos importó esta imposibilidad porque gozamos con una alegría sin cuento con el espectáculo "Cómo bailan los caballos andaluces" en el que jinetes y cabalgaduras, dan muestras de una conjunción perfecta y, me atrevo a decir, acrobática. Pena fue (y es la única) que no nos permitieran hacer fotografías; si no hubiera hecho cientos, miles quizás, pues cada paso, cada escorzo, cada movimiento merecía la pena de ser inmortalizado. Claro que, bien mirado, ello nos permitió ver el espectáculo al completo de principio a fin sin el engorro de la cámara fotográfica. Y como queremos compartir contigo, querido lector, tales momentos te invitamos a ver este documental publicitario de la propia Escuela. Te gustará, sin duda, y te animará a intentar ver a estos inteligentes y elegantes caballos en directo. http://youtu.be/MfrjrQiRsrI

Luego nos fuimos a las bodegas González Byass y en éstas, con unos buenos vinos y un almuerzo en agradable compañía, quedó olvidada nuestra pena pequeñita.








Te deseo un buen día.

jueves, 22 de mayo de 2014

Paseo en Doñana

Hola a todos.
Comoquiera que Matalascañas linda con el Parque Nacional de Doñana es obligatorio, podríamos decir, visitar esta estupenda reserva animal, lugar de paso de incontables aves en sus periplos de ida y vuelta Europa.África, y de otras muchísimas muestras del reino animal. Máxime cuando el IMSERSO oferta entre las excursiones una visita muy corta para mi gusto al Parque. Así que nos fuimos a la visita poco después de almorzar en un microbús y con un conductor-guía que resultó ser de una estupenda ayuda por sus conocimientos. No creo que sería necesario decir que el Parque de Doñana es inmenso así que tan solo estuvimos en una pequeña parte. Ahora bien, esta zona reducida que visitamos tenía marismas, tenía bosques, y como cosa curiosa para nosotros tiene el camino que siguen los romeros en la Romería del Rocío. Digamos que El Rocio, con su preciosa iglesia y sus calles sin asfaltar, está muy cerca de Matalascañas y que por aquí empezamos la excursión por el Parque viendo sus marismas que contaban, para nuestro deleite, con un buen nivel de agua.

La hora no era afortunada para ver muchos animales. Tampoco el calor. Estaban ellos sesteando a la sombra, nos decía nuestro guía. Sí vimos muchos caballos en pequeños grupos, un número indeterminado de buitres volando y otros aposados sobre unas verjas hartos de comer, y muchas aves (zancudas muchas de ellas) a las que no sabría dar nombres. Todo ello por los caminos que llevábamos entre árboles (entre los que había mucho pino piñonero) que nos daban alternativamente sol y sombras hasta llegar al Centro de Interpretación del Parque.

También vimos, y también son de curiosidad, unas cabañas de las que usan los cuidadores del Parque para vivir temporadas con sus familias que aguantan tanto los calores estivales de esta calurosa Andalucía como los fríos de las heladas. Y para rematar la buena suerte vimos una carreta (típica a más no poder) tirada por una rehata de caballos y conducida por una joven que por aquí cerca vive.








Debemos volver, nos dijimos. Y nuestro guía que resultó ser un biólogo de los que trabajan en el Parque nos dijo que lo mejor es venir en septiembre cuando las berreadas o en febrero (más o menos) cuando millones de aves pasan por aquí. Volveremos, nos prometimos. Al menos ese era y sigue siendo nuestro deseo.

Te deseo un buen día.

lunes, 19 de mayo de 2014

Paseo por Moguer

Hola a todos. Nos fuimos a Moguer. Estábamos en Matalascañas y el pueblo nos quedaba cerca. Un paseo de poco menos de media hora en taxi con un taxista que opinaba que no era obligación suya darnos información sobre el paisaje ni el tiempo ni la historia ni nada. Sí lo era, al parecer, el indicarnos que sitios debiéramos visitar en Moguer una vez hubimos llegado frente a la casa natal de Juan Ramón Jiménez. Nos invitó amablemente a visitar esta casa en que vio la luz del blanco pueblo, por primera vez, el poeta. También, naturalmente, la otra casa en la que vivió de niño y de joven, hoy convertida en museo. Museo Zenobia-Juan Ramón. Y la iglesia de la Virgen de la Granada, y el monasterio de Santa Clara y el Convento de San Francisco...

Nos dirigimos hacia el Museo. Estaba cerrado por lo que teníamos tiempo de pasear por las calles límpias y frescas. Nos encaminamos a la iglesia parroquial que también estaba cerrada y notamos que en la plaza no había nadie. Así que buscamos en donde sentarnos y tomar el consabido 'cortado'. Antes, en otra plaza, la del Cabildo, vimos a Platero y recordamos las palabras con que Juan Ramón nos lo presenta en su libro: "Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos..."

En la plaza, Platero relucía al sol. Tenía un color dorado como el maíz recién molido. Como el gofio. A sus pies, en su patas delanteras, una mariposa sobre una hoja... y en los frontis de las casas, por todas partes, mosaicos con trozos pequeños, como bellos recuerdos, de párrafos escritos en alguno de sus libros por el poeta.




El tiempo luego se nos fue en el Museo. De forma rápida, de forma agradable, entre los recuerdos del poeta. La casa (típica casa andaluza) con sus dos plantas está -nos dicen- como Juan Ramón vivía en ella. Pudimos entrar en su pequeño despacho en donde escribió, hace más de cien años, su Platero y yo. (En este 2014 se cumplen los cien de la primera edición por lo que Moguer es una fiesta).

Vimos algunos de sus cuadros pues el poeta pudo muy bien haber sido pintor. Una marina nos llama la atención. Y un bodegón en donde las uvas tienen el color de la exquisitez. En otra sala (¿o era un pasillo?) la hemeroteca con la enorme colección de revistas y periódicos que Juan Ramón y Zenobia (más bien Zenobia y Juan Ramón) consiguieron reunir.




La marina puede ser de Juan Ramón Jiménez o pudiera ser de Sorolla. Poeta y pintor fueron amigos y el pintor se cobijó en la blancura de Moguer en alguna ocasión. Y de él -de Sorolla- es un retrato del poeta que preside la planta baja en lo que es un patio interior, un precioso patio andaluz.

La presencia de Zenobia (su mujer, su colaboradora, su compañera) está viva en la casa por todas partes. Y atrás, en un patio con un establo, un pequeño Platero de bronce pide nuestras caricias intensas.

Te deseo un buen día.