martes, 8 de enero de 2013

Si no lo digo, reviento

Hola a todos.
Mi ciudad, Las Palmas, presume -y con razón- de ser una ciudad turística. Seguramente fue un emporio turístico ya en los albores de nuestra era cuando Juba I, que fue un antepasado de quienes hoy se dedican al negocio de los cruceros, organizó por estas aguas un  viaje de placer para sus gentes fruto del cual hicieron un mapa del archipiélago canario aunque en éste dibujaron nada más que seis islas y no las siete que conocemos.

Más tarde, ya en el siglo XV ( y después que en el XIV se sucedieran numerosas visitas de mallorquines, portugueses y genoveses), vinieron al archipiélago turistas normandos y franceses. Tal es así que un francés -Juan de Bethencourt- se dio un garbeo por la isla de Maxorata (llamémosla así para entendernos) y fundó en ella lo que sería una bella villa u hotel a la que puso por nombre Betancuria (en su honor) y que convirtió en capital de la isla. Isla a la que llamarían Fuerteventura por aquello de los fuertes vientos.

A Tytheroygatra llegó otro turista de renombre: el navegante genovés Lancelloto Malocello quien desembarcó en 1312. Y éste se dijo para sí: "Para que vean que yo también soy empresario del ramo, y que soy listo, bautizaré a este complejo turístico con mi nombre" Y pasándose un pelín, llamó, no al complejo, sino a toda la isla, con el nombre actual de Lanzarote.

A Canaria, que es en donde está mi ciudad -que presume de ser ciudad turística, como he dicho- llegó Juan Rejón con sus huestes en 1478 y al margen del barranco o río Guiniguada, en donde habían unas palmeras, montó un campamento al que llamó simplemente "El Real de Las Palmas", ya que al hombre no se le ocurrió dar su nombre a la que sería la capital de la isla que con todos los honores denominarían posteriormente con el calificativo cariñoso de grande: la Gran Canaria.

Y mucho más tarde llegaron los ingleses con sus 'maluras' para curarse con el tiempo bueno, y los nórdicos a poner morenas sus carnes blancas, y los germanos a comer salchichas y a beber cerveza en tierras tropicales.

¿Y a qué viene todo esto? se preguntarán ustedes. ¿A qué tal demostración de erudición? Pues a que hoy mi ciudad y todas las islas presumen o luchan para presumir por ser emporios turísticos. Según declaraciones del Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, de hace pocos días, se esperan en ésta, entre cruceristas y turistas de congresos, un mogollón de visitantes. Pienso yo -pobre de mí- que a estos miles o millones de personas que aquí llegan, buscando nuestro buen clima y nuestras bellezas, debiéramos agasajarlos y darles lo mejor. Pero nunca, nunca, con flores de plásticos: flores de plásticos que a mí me recuerdan (mire usted que tonto soy, a las flores de un cementerio).

Y estas flores de plástico (perdonen que sea redundante) son las que enseñamos a los visitantes (turistas o no turistas) que se acercan a un edificio público* (tal debe ser) en el que ondean tres banderas en sendos mástiles: la de Europa, la de España, y la de Canarias. Vean ustedes las flores y juzguen. Y vean también la placa que figura en la entrada de la bonita casa. Casa situada en la esquina de una calle y de una avenida céntricas.





* Federación Canaria de Municipios. Sede Institucional.

Te deseo un buen día.

5 comentarios:

Ángel (tha) dijo...

Fuertes chapuzas los tíos estos! Más les diera vergüenza

Siga así padre mío, denunciando lo que le parezca mal.

Felipe Tajafuerte dijo...

Joder, estos tíos tienen la sensibilidad en el culo. Un saludo desde mi mejana

Marcos dijo...

Con los recortes ..., será para no tener que regarlas.

Francisco Espada dijo...

Nos hablas de los pioneros de forma muy interesante y erudita, para rematar la faena con unas imágenes que desdicen del concepto que tenemos de las islas afortunadas. ¡Qué triste!

Chelo dijo...

¡Que chapuzas!
Con flores de plástico y todo hay que ir a la isla a hacer turismo.
Un abrazo