miércoles, 23 de marzo de 2011

Y al buen vino no eches agua

Hola a todos.

Los intrépidos viajeros que nos aventuramos en grupo -grupo de pensionistas con pensiones congeladas como nosotros- adolecemos de una grave carencia de vitaminas. Las vitaminas, en mi opinión, debieran sernos recetadas con cargo a la seguridad social y suministradas en cada sitio a donde vamos a través de la gastronomía popular. Ocurre que somos alimentados en forma conveniente sin motivos de queja pero, siempre hay un pero, echamos a faltar sabrosos platos y rica repostería de los sitios visitados. Tal es así que pensamos hacer, mi mujer y yo, cuando las circunstancias nos lo permitan, un tour gastronómico por esos mundos de Dios, bonitos y agradables mundos de la España peninsular.

Mientras llega ese momento, y para ir abriendo boca, acostumbramos a pedir por donde quiera que pasamos unos vasos de vino con algunas tapas o media ración de, pongamos por caso, jamón ibérico, chorizo o butifarra, chistorra o queso curado, con la petición expresa de que sean de la tierra en la que estamos. Los buenos restauradores que encontramos al paso acostumbran a satisfacer nuestros deseos y casi siempre atinan. Y así nos ocurrió, no podía ser menos, en el reciente viaje a Andalucía.

Ya dejé constancia del exquisito vino de Jaén, juntito a la catedral, pero no dije que junto al vino nos sirvieron una tapa de pan con aceite y un cachito de chorizo y no sé que más (que junto al jamón serrano, en otro plano) nos dejaron compuestos para el día. ¡Qué rico, Señor, qué rico!

Y hoy he de contarles otras dos ocasiones de impacto.

Junto a la Mezquita en Córdoba hay unas calles estrechas por donde la Judería. Pues bien, en una pequeña plaza, frente al museo arqueológico creo que era, un amable cordobés nos sirvió unos vinos blancos de Montilla con un plato de queso de oveja bien curado que por si solos mantienen en pie las columnas de la Mezquita. Muy bien hecho. Se lo agradecimos y quedamos en volver algún día.

Y en otro lugar, esta vez a la salida de la cueva de Néjar, el vino tinto no necesitaba acompañamiento. Tanto nos gustó que le hice una foto para el recuerdo. Aquí la tienen. Juzguen ustedes mismos.

Te deseo un buen día.

1 comentario:

Felipe Tajafuerte dijo...

Es que tan importante como el patrimonio artístico de una ciudad o zona es el patrimonio gastronómico. En ocasiones se olvida este tema y es un craso error. A mi siempre me gusta probar la cocina tradicional del lugar en que me encuentro. La gente suele saber qué come y porqué. El vino lo considero parte consustancial con la cocina. Saludos