El periódico Diario de Las Palmas del 15 de octubre de 1954 daba cuenta a la población isleña de un acontecimiento harto desagradable que iba a ser noticia en las siguientes semanas. "La langosta nos visita" era su título. El suelto, a modo de editorial, comenzaba resaltando los engranajes necesarios en la actividad económica de la isla para "...aún a costa de verdaderos sacrificios, (sentar) una base sólida desde la que mirar serenamente el porvenir. Desde la cubierta de los barcos pesqueros al encañado de los cultivos de los tomates..."
Durante muchos años los tomateros representó una fuente de ingresos valiosos para muchas familias a la par que una actividad dura en la que trabajaban los mayores, hombres y mujeres, y hasta los niños, de sol a sol, en las zafras. Es fácil pensar que en una isla -Gran Canaria- con una dependencia casi total del sector primario en aquellos años (platanares y tomateros eran los dueños de la tierra por todos lados), la llegada de estos visitantes no deseados debió ser una calamidad con mayúsculas.
Sigue el suelto diciendo: "Y así ahora, en que la voluntad de los hombres se había conciliado para lograr más prósperas campañas, azota a la isla una invasión de langosta berberisca que ha sembrado la inquietud en las zonas agrícolas".
Se combatió al principio con todos los medios que las pobres gentes tenían a su alcance que eran más bien pocos. Se limitaba al fuego y al ruido. Cientos de hogueras se encendieron por toda la isla. "... los agricultores quemaron ingentes cantidades de gas-oil, paja de pienso, pacas de turba, neumáticos que iban desde un uso regular a ser de total desecho, cañas, etc. En todos los campos, los hombres, las mujeres y los niños gritaban siempre para hacer ruido y hacían ruidos también con cacharros, o quemando cohetes, tracas e incluso hasta haciendo explotar dinamita". (L.P. 9/11/54). Se quemaron tuneras y aulagas -bien que me acuerdo- aunque el periódico no lo diga, y los aviones de la Península cargados con insecticidas vinieron después en ayuda de la isla para combatir a estos insectos devoradores que llegaron "en cifras de millones y millones".
El 8 de noviembre, después de veintitrés días de la llegada de estos bichos, al fin, el citado periódico daba cuenta de lo que todo el mundo anhelaba leer: Quedó eliminada la plaga de langosta en Gran Canaria. Días antes, M. Sarmiento, firmando su artículo en el pueblo mariano de Teror decía: "Miles y miles de rojos y diminutos aviones invaden el espacio con amplitud de dominación. Vuelan casi eclipsando el Sol con libre vivacidad. Helios brilla en sus alas, agitadas precipitadamente, produciendo polícromas irradiaciones que encantan nuestra vista , cual una lluvia de pétalos dorados, jugueteando en los móviles cristales de la brisa ... Por tercera vez, Teror se ve bajo el flagelo desvastador de los voraces insectos. El campesino siente tristeza; la agricultura tiembla previendo su desolación...".
La langosta, o cigarra como por aquí la llamamos, no solo arrambló con todo lo plantado en mi isla redonda. Las otras islas del archipiélago canario sufrieron igualmente la plaga en mayor o menor medida y según el Diario de Las Palmas estos insectos del demonio llegaron hasta Tánger, y en la Península se localizaron en Huelva y Linares y en la cercanía de Lisboa, y fueron vistos hasta en el Golfo de Vizcaya.
En verdad, fue como una plaga bíblica. Te deseo un buen día.
2 comentarios:
Pensaba que hablabas de otra langosta... pero esta si que es dañina de verdad. Un abrazo
Lo cierto es que quienes viven del campo siempre tienen el alma en vilo: el agua, la sequía, el viento, el hielo, las plagas...
Y en ocasiones como esta la catástrofe se hace calamidad.
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