sábado, 16 de junio de 2012

Paciente espera

Hola a todos.
Hace unos pocos días tuve la oportunidad de ejercitar la noble virtud de la paciencia. Había ido a la zona de La Puntilla, en la playa capitalina de Las Canteras, a tomar unas fotografías que necesito para un trabajo que tengo a medio hacer sobre las esculturas en la ciudad de Las Palmas. Estuve de acá para allá, disparando la cámara a unas y a otras y me acerqué por último a la orilla allí en donde el mar se une a las piedras volcánicas que están en la línea de costa.

En este punto hay una escultura puesta en el sonoro Atlántico en honor de Jacques Cousteau según reza -al parecer- una placa contigua, casi carcomida por el salitre. Me preparo para la foto, la encuadro, disparo y, gajes del oficio, una gaviota se me había posado en la parte superior de la pequeña obra de arte. Nada de particular si la fotografía tuviera otro destino. Quedó incluso bonita, pensé. Pero como mi deseo era hacerla sin visitantes inoportuno me dispuse a disparar nuevamente cuando la blanca gaviota hubiera levantado el vuelo.

Y aquí comenzó el ejercicio de la paciencia. La gaviota no daba señales de querer levantar el vuelo y yo, haciendo de la necesidad virtud, me atrincheré para un largo asedio. Y a falta de mejor cosa que hacer me dispuse a disfrutar de las idas y venidas de las olas del mar. Olas suaves y cadenciosas que jugaban una y otra vez a reventar sus blancas espumas. Y puesto ya a la espera, dirigía mis ojos al cielo y observaba el cambio de tonalidades de las nubes. El sol iba ya a su ocaso y sus rayos saliendo por cientos de vericuetos tomaban colores claros primeramente para ir oscureciendo a grises según pasaban los minutos.

De vez en cuando miraba a mi amiga gaviota, muy bien puesta ella en lo alto de la escultura, Cerca de mí, un pescador de caña limpiaba sus capturas en el agua de los charcos y ponía los pescados en un balde.  La gaviota que parecía ajena a todo agradecía seguramente el aire suave de los alisios que nos venían del mar. Dejaba yo volar mis pensamientos y seguía gozando de la tarde que se iba. Por fin el ave remontó el vuelo: rápido, enfoqué y disparé. Justo a tiempo. Otra gaviota, al momento, llegó con sus preciosas alas extendidas a ocupar el sitio dejado por su compañera.

Te deseo un buen día.

4 comentarios:

Chelo dijo...

Pues mañana será otro día y tendrás que volverlo a intertar.

La fotografías son preciosas, lastima que no te sirvan para tu trabajo.
Un saludo.

Felipe Tajafuerte dijo...

Es que la gaviota estaba haciendo lo mismo que tú: esperar a que el pelmazo de la cámara la dejara tranquila observar la belleza del momento tal como tú lo hacías. Tuviste más aguante y optó por marcharse pero, como sucede en la vida misma, otra estaba anhelando el puesto de la anterior. Me ha gustado tu descripción de la espera.
Un saludo desde mi mejana

Pensionista Por Jubilación dijo...

Hola Chelo. Pues sí me vale la última foto: la que hice entre la gaviota pelma y la gaviota oportunista. Gracias.

Marcos dijo...

Describes tan poeticamente el ocaso del sol, el saludo de las olas y el cromatismo del cielo, que en ello tuviste el pago a tu constancia. Gracias has de dar a la gaviota pertinaz que te regalo esas vivencias de la naturaleza para tu recuerdo.