jueves, 26 de julio de 2012

Los demonios

Hola a todos.
He terminado la lectura de otra novela de Carmen Laforet. Su título 'La isla y los demonios'. En esta obra la acción transcurre, casi toda, en la isla de Gran Canaria de la que tan buenos recuerdos guarda la autora pues en ella pasó su niñez y juventud. Al igual que en 'Nada' todo gira alrededor de una chica joven, de una adolescente de 16 años ahora, y a través de la mirada de ésta conocemos los entresijos de una familia mal avenida. Marta es la niña que vive en una casa en medio de una finca que tiene una avenida que hace de entrada bordeada de eucaliptos. Junto al Pico de Bandama. Junto a los viñedos plantados en el picón. Vive Marta junto a su madre que está loca y casi no se mueve tras un accidente que costó la vida al padre de la niña. Y junto a José su hermanastro y la mujer de éste que se llevan como perro y gato y discuten de continuo. Y allí que están las tres sirvientas entre la que destaca Vicenta, 'la majorera', que siente veneración por la mujer inválida por la que es capaz de cualquier cosa. Y está el viejo doctor, don Juan, y el jardinerillo...

A este mundo cerrado en que se desenvuelve la vida de Marta tras salir de un internado van a llegar unos parientes de la Península, desplazados por la Guerra Civil que está dando los últimos coletazos. Y la niña vive y se desvive por conocer a otras personas a las que idealiza, pues su tío, el que va a venir, toca el piano, es un gran artista -llega a creer-, y su mujer, Matilde, escribe poesías, y la tía Honesta es un tanto bohemia. Además, junto a sus tíos llega un hombre más joven, con un bastón pues es cojo, que dicen es un gran pintor (aunque nadie ha visto una pintura suya) y a quién Marta idealiza y coloca en el centro de todos sus ideales.

Junto al mal carácter de unos y las extravagancias de los otros vive Marta su tiempo del bachillerato junto a sus amigas y saborea un romántico y fugaz enamoramiento. Todo ello entre las casas señoriales del barrio antiguo de Vegueta y de las calles de Triana y la Ciudad Jardín, la Playa de la Canteras o el Barranco del Guiniguada, por donde vamos viendo estampas de finales de los años 1938 y principios del 39 hasta el final de la guerra fratricida. Y salimos de la Ciudad y nos vamos al lejano Pinar de Tamadaba al que entonces no se podía ir en coche ni en guagua sino a lomos de cabalgadura; y en una escapada de Marta nos adentramos en el Sur ignoto de la Isla y entramos en las chozas hechas con piedras superpuestas en las que viven las pobres familias llenas de hijos, (chozas sin más ventilación que la puerta de entrada y junto al chiquero en el que no podía faltar un cochino) y gozamos con la niña del baño nocturno, desnuda, en el mar.

Y presidiendo todas las visiones las Cumbres de la isla con los Roques: con el Nublo y el Bentaiga. Y con los demonios, tal como los ve Marta en sus poemas juveniles o en su última noche en la isla que ha de abandonar tras la muerte de su loca y paralítica madre:

"Marta había intentado hablarle de cosas de la isla, de Alcorah y de los demonios en forma de machos cabríos..." "Oyó las campanillas de unas cabras, y se puso de pie. El crepúsculo estaba cayendo con rapidez. A la última luz se recortaron las siluetas de aquellos animales esbeltos, barbudos, parados un momento al silbo del cabrero, en el camino..." "Marta se sonrió. Ella había visto así a los viejos demonios guanches. Los había hecho bailar hieráticos, entre las vides, en una de sus leyendas."

"Entonces supo Marta que no tenía necesidad de llevarse las leyendas de Alcorah para recordar la cálida hermosura de la isla". "Todos aquellos caminos, hartos de soportar el peso de sus sandalias, estaban dentro de su alma. La silueta de la Cumbre, y el silencio de los barrancos, el mar y las playas, humedecerían siempre el latido de su sangre..."

Te deseo un buen día.



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