domingo, 2 de marzo de 2014

Tambores de guerra

Se cumplen en este años 2014 los cien años del inicio de una guerra que asoló a Europa, la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial, y hoy volvemos a escuchar tambores de guerra en el viejo continente. (Tambores que se suman a otros que resuenan insistentemente en otros lugares más o menos cercanos a nosotros). Ucrania y Rusia están abocadas a vérselas en los terribles campos de batalla si la providencia (que en estos casos parece estar ausente) no lo remedia.

¡Y nosotros celebrando los carnavales!  Dirán ustedes que a santo de qué vengo yo a mezclar una cosa con la otra. Es que... me justificaré... siempre he sentido estupor al leer en novelas y ver en películas como la gente se divertía en salas de fiesta, y otros lugares, ignorando la masacre que se cernía sobre Europa y el mundo durante la Primera y, sobre todo, durante la Segunda Guerra Mundial que ha sido más recreada. Era yo más joven naturalmente y no sabía de los entresijos de la naturaleza humana. No es que ahora sepa mucho. No señor. Pero algunas costras tengo ya conmigo debido a la edad que me ha hecho un tanto inmune.

Hablando de Rusia y de novelas les diré que en estos días leo una obra (que no llega a novela pues queda tan solo en relato) del autor ruso Anton Chéjov. Su título: Mi vida (Relato de un hombre de provincias). Aun he avanzado poco en su lectura pero es lo suficiente para saber que en ella Chéjov retrata a los pobres rusos de su época con sus calamidades y sus miserias morales y materiales. Lo que narra (sacado de la realidad que el veía) tenía lugar a finales del siglo diecinueve. De entonces acá ha llovido mucho pero me temo que los hombres sigamos siendo tan testarudos como entonces. Tanto como para tener que presenciar el lío monumental que puede armarse entre ucranianos y rusos, lío que puede extenderse por el resto de Europa.

Te deso un buen día. 

2 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Esa es una amenaza muy real, no tanto por la coincidencia del centenario, sino por el control del mar Negro y el petróleo de la zona. Siempre, como una constante, aparece la ambición. Poco, bien poco ha evolucionado el hombre.
Un abrazo.

Felipe Tajafuerte dijo...

Deseo que los mandatarios no sean tan estúpidos de embarcarnos en otra aventura de este tipo. Intencionadamente he cambiado el verbo esperar por el desear. Saludos desde mi mejana