sábado, 17 de agosto de 2013

En Oporto

Hola a todos.
La autovía que nos lleva de Viseu a Oporto tiene a derecha e izquierda muchos árboles. Árboles que se pueden contar por miles o tal vez por millones y que de vez en cuando dejan ver casas de color blanco que forman pueblos en medio de ellos. Nos dicen que cerca de Oporto hay fábricas de papel y que estas se ocupan de tener siempre a punto los bosques de donde obtienen la pulpa de celulosa que necesitan. Comoquiera que sea el paisaje es agradable. Al fondo, a la derecha, como queriéndolos guardar entre montañas vemos una cordillera. Llegamos a Oporto tras dos horas y poco de viaje y, al descender de la guagua, nos encaminamos hacia donde nos indicaba un letrero que estaba la catedral. Al poco, en una esquina nos paramos ante un edificio con una malla que protegía su fachada en obras. Era el teatro. Pese a la malla pudimos hacer unas fotografías de personajes míticos, en piedra, de la farándula.

Enfilamos la calle hacia la catedral y en el camino nos paramos en una iglesia atraídos por su frontis. El interior, con las paredes con muchos altares repujados, y el techo y paredes adornados al máximo, resultaba impresionante. Nos pareció que la iglesia era digna de visitar. La catedral es grande y ante ella se abre una plaza y de esta plaza bajan unos escalones hasta el río. El frontis de la catedral cuenta con un rosetón en su centro y dos torres cuadradas. Encontramos en ella muchos mosaicos de azulejos -verdaderas obras de arte- que se nos van haciendo compañeros de viaje pues los encontramos por todas partes. En el atrio, columnas y arcos elevan la fábrica y en el techo se unen con nervaduras que se entrelazan. Subimos y nos acercamos hasta el tesoro y admiramos muchas de las piezas allí guardadas como la escultura de mi Santo Ángel de la Guarda.

Vamos por las escaleras que nos conducen al río por entre casas en las que se aprecia la vida. La vida en Oporto, pensamos. Y vemos desde arriba el puente de hierro que debe ser aquí el puente por antonomasia. De los cinco o de los seis que hay. Y sobre el puente, en la calzada superior, los dos vagones de un tren con un llamativo color amarillo. Tras el almuerzo, en uno de los muchos restaurantes de la ribera, subimos al barco de paseo. Y nos entretuvimos en contar los puentes y en fotografiarlos al igual que a los otros barcos con los que compartíamos esta experiencia náutica: navegar por el Duero, por el río Douro de Portugal, hasta casi su desembocadura en el Atlántico.













   
Te deseo un buen día.

3 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Magnífico reportaje que invita a preparar las maletas. Precisamente no conozco el norte de Portugal y sigue siendo ese viaje aplazado que algún día debe llegar antes de que sea tarde.
Un fuerte abrtazo.

Pensionista Por Jubilación dijo...

Era la primera vez que íbamos nosotros y no hemos podido salir más encantados. Por los paisajes y por las localidades y sobre todo por sus gentes. Las maletas no hay que prepararlas. Las maletas deben estar preparadas siempre junto a la puerta. Para cuando se decidan, buen viaje: Viseu, Porto, Coimbra, Fátima, Aveiro... les recibirán -como a nosotros- con los brazos abiertos.
Desde Gran Canaria, un saludo, Ángel.

Felipe Tajafuerte dijo...

También yo tengo pendiente la visita a Oporto. No pude realizar un viaje a Portugar que me propusiero hace muy poco tiempo y todavía lo estoy lamentando. Del país vecino solamente conozco Lisboa, Monsanto y Valença do Miño. Estos lugares me encantaron. Un abrazo desde mi mejana