miércoles, 21 de agosto de 2013

En Fátima

Hola a todos.
No podíamos dejar sin hacer una visita a Fátima. El Santuario de la Virgen era suficiente imán para llamarnos, así que cogimos el autobús expres en Viseu y en unas dos horas estábamos allí tras hacer una parada en Coimbra. Al llegar nos recibió un cielo azul, sin nubes, lo que presagiaba calor. En la explanada que se extiende delante de la Basílica hay una Cruz grande con el Crucificado; más adelante la imagen del Sagrado Corazón de Jesús sobre un pedestal. Cerrando la explanada a nuestro frente la Basílica y las columnatas. Todo grande. Tan grande que nos permitía ver la pequeñez de los seres humanos que por allí andábamos. Y la pequeñez humilde de Francisco y Jacinta Martos que tienen unas imágenes preciosas a tamaño natural con sus preciosas caritas de niños pastores sobre el césped.

El blanco domina a los demás colores. Todo es blanco, o casi todo. Al menos lo es la única torre que se eleva en el centro de la Basílica y blancas son las columnas que a derecha e izquierda se levantan formando un largo pasillo con catorce capillas. En estas, mosaicos con los pasos del Vía Crucis en azulejos de colores. El interior también es blanco o lo parece. Blancos son los sepulcros de los pastorcillos que vieron a la Virgen en sus apariciones y de Lucía que, siendo la mayor, no tuvo la dicha de ver a la Señora. Sobre los sepulcros, en la pared, unas imágenes de Jacinta con una ovejita y de Francisco con una corderito entre sus brazos. Además vidrieras que representan escenas de las apariciones, y cuadros, y columnas y arcos, y otras pinturas y otros santos. Y el retablo del altar mayor en donde en un cuadro que lo preside aparece el Mensaje de la Virgen a los niños.

Fuera de la Basílica y al lado de la gran explanada, en el altar de una iglesia casi al aire libre, unos sacerdotes ofician la Santa Misa seguida atentamente por los fieles. Un hombre y una mujer, y luego otro hombre, caminan arrodillados. Uno de ellos lleva rodilleras rústicas para no hacerse daño. Los otros llevan las rodillas a ras del suelo y no sería de extrañar que de ellas salieran sangre. Son peregrinos que rezan. Que piden algo casi imposible que solo esperan recibir de lo Alto. Que esperan de la Virgen y del Altísimo un milagro. Junto a esta iglesia podemos tomar y encender una o varias velas que tratamos de dejar ardiendo. Un letrero pide no encender muchas y depositarlas directamente en un horno en donde se quemarán llenando el lugar con olor a cera derretida y a favores pedidos.

 








Luego nos fuimos más allá de la Basílica a una urbanización en busca de pequeños recuerdos para la familia. Nos habían encargado dedales con la efigie de la Virgen y otras cosas. Allí nos aconsejaron un restaurante para almorzar. En este, Restaurante Casa Rita, nos sirvieron un rico bacalao espiritual regado con una botella de vino blanco portugués, frío, de nombre Muralha de Monzao, todo lo cual nos supo a gloria divina. Por la tarde volvimos en la guagua a Viseu que es en donde teníamos nuestro cuartel general para estas estupendas vacaciones por esta parte central del norte de Portugal.

Te deseo un buen día.

4 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Yo estuve en Fátima hace unos años y me sorprendió todo lo que vi por encima de lo imaginado. Lo que más llamativo me resultó fue la procesión nocturna de las antorchas. Un muy grato recuerdo que ahora refrescas tú con tan magnífico relato.
Un abrazo.

Pensionista Por Jubilación dijo...

Pues nosotros estuvimos en horas diurnas. Ahora que lo mencionas ni siquiera pensamos en la posibilidad de quedarnos por la noche aunque tampoco sabíamos si habría procesión o no. Un saludo, Ángel

Marcos dijo...

Nosotros hicimos un viaje desde Lisboa, y nos vino justo para oír misa en la explanada donde la aparición. Hemos de volver

Felipe Tajafuerte dijo...

Quizá en algún otro viaje a Portugal me acerque hasta Fátima, aunque no me llaman mucho la atención estos lugares "santuario", debido a ello nunca se me ha ocurrido visitar Lourdes. Un abrazo desde mi mejana