jueves, 28 de febrero de 2008

Pirsi

Hola a todos. El día de Ntra. Sra. del Pino celebraba su santo y a su casa acudíamos a felicitarla y a gozar de su compañía y de su charla. Tenía la risa fácil, alegre y en su conversación no tenía sitio las malas noticias, las habladurías sin sentido, ni la queja aunque fuese justificada. Así nunca sabíamos de sus pesares, si es que los tenía, y sí de su permanente deseo de vivir. Mujer trabajadora quedó huérfana muy joven y a su cargo dos hermanos, hombre y mujer, a los que tuvo de asistir amorosamente como si fuese la madre perdida. Eran tiempos difíciles y seguramente pasaron lo suyo para salir adelante como otras tantas familias de aquel entonces.



La empezamos a llamar Pirsi no sé bien por qué ya que este nombre no es diminutivo de Pino, ni en su familia, que desde hace muchos años es la mía, hay antecedentes alguno. La conocí cuando hice amistad y luego noviazgo con mi mujer y de eso hace ya muchos años. Siempre me recibió junto a su marido y su hija con el cariño con el que se acoge a un hijo y recuerdo perfectamente cuando les dimos la noticia de la espera del primer bebé que nos venía en camino, la alegría inmensa que resplandeció en sus caras. La misma simpatía, el mismo amor, igual acogimiento para todos los demás sobrinos y para todos los hijos y nietos de los sobrinos que somos muchos. Fiel a las promesas del matrimonio éste fue roto con la muerte de la persona amada, tío Juan. Desde entonces vivió rodeada del cariño de su hija, yerno y nietos a los que adolatraba.



Era como una agenda viviente porque tenía especial predisposición para recordar cuanta fecha de nacimiento, de onomástica, de bautizo o de boda hubiera habido en la familia y en las amistades. No faltaba su llamada telefónica felicitando en estos días señalados, ufanándose de forma sencilla, como niña cogida en falta, por su buena memoria. Le gustaba hacer versos sencillos que iba escribiendo en hojas sueltas o en aquellos cuadernos que a veces le regalábamos, hasta que un problema en la vista le impidió seguir con este su pasatiempo preferido. Igual le ocurrió con la lectura y con el disfrute de la televisión pero no faltaba nunca, mientras pudo, a los acontecimientos familiares. No pudo disfrutar como hubiera querido viendo a su biznieta pero se alegraba al oir hablar de ella cuando postrada en cama de hospital, con los ojos cerrados, nos reconocía por el sonido de la voz y agradecía nuestras visitas.

Falleció ya con 90 años cumplidos tras una vida plena y voló su alma al Hacedor a quien cantó con estos sus humildes y sentidos versos:

Al Santo Cristo de Telde,
lo ví cuando era pequeña,
por Él no pasan los años,
porque yo lo sigo viendo
del mismísimo tamaño.

Te deseo un buen día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Ángel, soy Rosy, la nieta de Pirsi. Te agradezco muchísimo el homenaje que le has hecho a mi abuela y el haber retratado con tanto cariño lo que fue su vida. Creo que esa es nuestra misión en el mundo, lo que ella hizo, entregar a los demás lo mejor de uno mismo y que cuando nos vayamos dejemos una huella imborrable en ellos. Muchas felicidades por tu blog y, una vez más, gracias en nombre de los míos, que también son los tuyos. Un abrazo.