sábado, 30 de octubre de 2010

El Monasterio de Piedra

Hola a todos.
La guagua de línea nos lleva hacia el sur, en un apacible viaje, pasando por unos cuantos pueblos asentados sobre unas tierras de color grisáceo que parecen poco fértiles. Ya llegando a Calatayud empiezan a dejarse ver las montañas azules a lo lejos y trozos de verdor indican un cambio, favorecido, pienso, por el agua del río Jalón en cuyo valle se encuentra la ciudad. Seguimos hacia Nuévalos por carretera secundaria en la que nos acompaña un paisaje bastante bonito y sin pararnos en este pueblo agrícola llegamos al fin al Monasterio de Piedra.
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Al bajar de la guagua caminamos un poco y nos situamos. Vemos una construcción que resulta ser un restaurante-cafetería; otra que es tienda de recuerdos y más a la derecha el monasterio propiamente dicho. Nos vamos a la entrada del Parque y tras pagar la entrada, (hay que pagar pues las instalaciones son de propiedad privada), entramos un poco despistados y enseguida nos asaltan unos fotógrafos que nos hacen fotos que luego nos querrán vender a la salida. A continuación el espectáculo de las aves rapaces: águilas, halcones, búhos y buitres que obedientes siguen las indicaciones de sus cuidadores en el parque.
.Y por fin el camino por bien cuidados senderos, disfrutando de la Naturaleza. Es una sinfonía de verdes y de ocres, de rojos y amarillos... y de agua. Árboles grandes cuyas copas se pierden en el azul del cielo; árboles frondosos de hoja caduca que a su alrededor, en el suelo, como alfombras de colores varios, las coleccionan; árboles jóvenes y verdes; rincones umbríos; enredaderas; tallos y ramas y hojas de árboles centenarios. Y el agua, por todas partes. Saltarina y espumosa en las cascadas o quieta y amansada en el lago del espejo. Y el rumor del agua al caer, y las mil y una filigranas, y el arco iris que se nos asoma escondido entre el agua y el ramaje.
.Salimos del Parque y nos sentamos en la cafetería a charlar y a tomar algo. Hablamos de nuestras impresiones, de cómo nos había gustado el sitio y de las ganas que teníamos de volver. Se nos olvidó así visitar el monasterio cisterciense (de 1195), el museo del vino, la exposición de la historia del chocolate, los carruajes y las truchas... Y nos prometimos que volveríamos a este incomparable rincón.

Te deseo un buen día.

1 comentario:

Felipe Tajafuerte dijo...

Yo he estado varias veces, unas en primavera y otras en verano, pero en otoño no lo recuerdo. El lago del espejo tiene que estar ahora espectacular. Estuve el pasado año en la primavera y el agua estaba muy turbia por las lluvias. Las truchas ni pudimos verlas. El monasterio antes no se visitaba, desde hace algunos años sí; no tiene gran cosa pero lo que hay es interesante.