miércoles, 15 de abril de 2015

Sao Miguel - pueblo marinero

Hola a todos.
Con el cuerpo y el alma limpios tras el baño en las termas Ruben nos llevó  a un mirador para ver el lago y, de vueltas,al pasar por la carretera a Furnas vimos la torre de su iglesia que nos despedía. A continuación nos llevó Ruben a una plantación de té. "La única plantación de té que hay en Europa", nos dijo con orgullo de hijo agradecido. La visión de una superficie enorme, bien cuidada, con las matas de té verdeando al sol, que suben ladera arriba de la montaña y se pierden en la lejanía es magnífica. Estuvimos en una hacienda en la que  pudimos ver variadas herramientas para la elaboración de esta planta, una vez recogida, y probamos una excelente taza de la rica y aromática infusión.






En la excursión siguiente nos acompañó Evaristo, hombre afable, algo mayor que su compañero, buen hablador y con un excelente español que hacía fluida la conversación. Nuestro destino era Nordeste que como ustedes habrán adivinado está situado al norte y al este de la isla. Evaristo nos preguntó si preferíamos la autovía o las carreteras secundarias y nos inclinamos por estas. Así pudimos disfrutar de los paisajes rurales que se abrían ante nosotros, todos iguales pero todos bien distintos. Llegamos a un pequeño pueblo llamado, al parecer, Pico da Pedra, cuya iglesia estaba cerrada. Nos entretuvimos viendo la pequeña plaza con una escultura 'moderna' en la pared, con una pequeña fuente sin agua también junto a la pared, y con dos mosaicos en los que en uno estaban relatados los acontecimientos más importantes vividos por las gentes del lugar mientras el otro hacía mención a un homenaje al trabajador rural picopedrense. Con el primero nos enteramos, entre otras cosas, de que a comienzos del siglo XVII se inició la construcción de una ermita en honor a N. Sª
dos Prazeres y que en 1931 tuvo lugar la electrificación del pueblo. Tomamos el cortado en el pequeño bar (que luce lindos mosaicos entre el color azul de sus puertas y ventanas), cortado que nos fue bien para 'matar' el frío de la húmeda mañana.




Luego, bajamos por una carretera con un buen desnivel y casas a los lados hacia un pueblo marinero en la orilla de un mar en calma. "La carretera, hoy desierta, se llena de un buen montón de chiquillos cuando llegan las vacaciones pues las casas están habitadas por familias numerosas. El pueblo, abajo, cuenta con una bonita y grande iglesia, con bastantes bares que siempre están llenos de parroquianos que hablan y juegan a cartas para entretener el tiempo, y con un pequeño astillero", nos cuenta Evaristo.






Al llegar el pueblo vimos otro grupo de peregrinos con sus capas y bastones esta vez de muchachos animosos. Al marchar, con el olor a mar, nosotros seguimos adelante. Nos esperaban los acantilados.

Te deseo un buen día.

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