Hola a todos.
Subo hasta Tenteniguada que es un barrio que está más arriba de Valsequillo, situados ambos, pueblo y barrio, en las medianías de Gran Canaria en la zona centro-sur de la isla. Bien acompañado por familiares, voy a la llamada del almendro en flor ya que esta zona es parte de la denominada Ruta de los Almendros. Hacía muchos años que no venía por aquí. Encuentro todo muy cambiado y donde recordaba barrancos y laderas casi vírgenes veo casas y más casas casi ya desde la salida de Telde y en todos kilómetros que separan ambas localidades. La carretera, ésta si, sigue como siempre, sinuosa, en ligera pendiente y con abundancia de árboles a uno y otro lado.
Llegados a Tenteniguada preguntamos a dos viejitos sentados en la puerta de una casa hacia donde dirigirnos para ver los almendros. "Mejor hacia abajo -nos dicen- porque por arriba lo que más abunda es la retama; vayan hasta la Era de Mota y en la montaña verán muchos". Bajamos pues carretera adelante, sin prisa alguna, recreándonos en el paisaje. El día se portó estupendamente para la caminata sin lluvia ni viento y con algo de sol que hizo que pensáramos que las ropas de abrigo que traíamos eran una carga innecesaria.
Por el camino la explosión de flores en los almendros, anticipo de la primavera, me hace feliz. Rosadas o blancas van apareciendo en cada recodo recortándose sobre el azul del cielo a veces, sobre las nubes otras o entre el verdor de los árboles y matos. Algunas destacan delante del ocre del risco, al lado del color rojizo de una casa o simplemente aparecen en cualquier sitio por donde quiera que vamos. Aprovecho para disparar la cámara y tomar fotografías. Muchas flores se ven algo marchitas ya por la acción de viento y agua, posiblemente, o porque ya es tiempo de que dejen paso a la fruta. Muchas almendras, pequeñas aún, se ven en las ramas. Se hacen la competencia, flor y fruto, en busca del agarre al árbol. Algunos ramilletes son preciosos y no puedo dejarlos atrás sin llevarlos conmigo en formato digital.
Seguimos nuestro camino y no subimos a la Era de Mota sino que llegamos a Las Vegas de Valsequillo. En este otro barrio, ya cerca de las tres de la tarde, recalamos en el bar-asadero El Guajara, pequeño y acogedor, con una cocina de leña en la que carnes, chorizos y morcillas se ponían a punto para los comensales. Repusimos fuerzas con una parrillada excelente con vino de la zona y nos dispusimos para seguir nuestra caminata hasta el pueblo. La carretera, por la que hay que caminar con las debidas precauciones, nos fue llevando mansamente, sin agobios. Caía la tarde y el juego de luces y sombras del sol poniente hacía resaltar casas, sembrados y montañas. En una de éstas, como un faro en lo alto, veo el restaurante-mirador que no se si está en funcionamiento.
Ya en Valsequillo, en donde comercios y bares están cerrados, vemos una imagen en la plaza de la iglesia de San Miguel, seguramente dedicada al Perro Maldito; esperamos la guagua de regreso y, ahora sí, el frío no muy intenso se deja sentir y agradecemos entonces nuestros queridos abrigos.
Te deseo un buen día.
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