Hola a todos.
Aun quedan lugares por descubrir. Mi isla, Gran Canaria, es pequeña pero tiene encantos que no he visto todavía pese a mis años que son muchos. Lo pensaba hace dos días cuando en unión de unos familiares me detuve en el Andén Verde. Es éste un sitio elevado, el más alto, de la carretera que nos lleva desde Agaete a la Aldea. Desde allí se ve el mar con una perspectiva única. La altura en que nos encontramos hace diminutas las gaviotas que vuelan por debajo de nosotros. Allá al fondo el agua con espuma en las crestas de las olas indican marejada. La bruma no permite distinguir la línea del horizonte y tenemos que imaginarnos al padre Teide en la isla de enfrente, que está oculta. Me dicen que en días claros se ve desde aquí perfectamente. Lo que veo hoy además del mar son los riscos abruptos que bajan en caída libre. Es magnífica la sensación de plenitud y de paz interior sintiendo el aire marino, mientras contemplo la belleza de la Naturaleza.
Seguimos nuestro camino y tras un descanso en la playa de La Aldea vamos hacia Tasartico otro lugar para mí desconocido. Una estrecha carretera secundaria de asfalto y tierra por trozos nos lleva hasta la desembocadura del barranco, encantador lugar, playa de piedras. Tres personas comparten con nosotros el sitio. Y dos gaviotas sobre una roca pequeña enfrascadas en una larga conversación. ¿De qué hablarán las gaviotas? Tendrán nuestras diarias preocupaciones o vivirán al margen de ellas sintiéndose libres? Me entretengo en verlas moviéndose o permaneciendo tiempos infinitos quietas. El agua está agradable y fría. Las olas rompen mansamente y no mueven ni una piedra. El silencio es roto sólo por nuestras conversaciones y el chisporroteo de la barbacoa donde preparamos unas viandas. Encantadora tranquilidad.
De regreso, y al igual que hice en el camino de ida, iba yo recreándome en las esbeltas montañas. Cientos de plantas autóctonas, que no se distinguir por sus nombres pero que me son muy queridas, alfombran las laderas. Habrán verodes, corazoncillos y mostaza de risco; veo chumberas, tabaibas y cardones. O creo verlas. ¡Cuánta ignorancia, Señor, en las cosas de mi tierra! No importa. Disfruto viéndolas y percibo entre el manto verde las puntas blancas y amarillas de las florecillas silvestres.
Ya en el Puerto de Mogán y mientras tomamos café y helado para resarcirnos del viaje que hemos hecho rodeando la isla, la Naturaleza vuelve a ofrecernos sus encantos esta vez con el sol yendo al ocaso. Se tiñe el cielo con el color de oro viejo, y el sol, lentamente, marcando segundo a segundo su despedida, se va hundiendo en el mar azul para descansar de otro día.
Sé feliz.
1 comentario:
Muy buenos días Angel, te quiero felicitar por las fotos tan bonitas de ese lugar tan bonito también. Aprovecho para recomendarte un blog que aparece en "elleoncurioso". Se trata de un blog de viajes de Paco Nadal, y creo que te parecerá interesante. Yo aquí sigo con mi discretillo cuaderno de vitácoras que a mi me ayuda. Graias por tus comentarios y por estar ahí.
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