La Semana Santa es para los creyentes tiempo de liturgia y procesiones vividas con especial sentimiento de recogimiento íntimo por el recuerdo de la Pasión de Cristo y el dolor de su Madre. Si bien las procesiones son lo más llamativo por sus pasos llenos de arte, la magnificencia de los tronos o la vestimenta de las cofradías hay otra parte de la liturgia que es igualmente hermosa. Me refiero a la música sacra que en estos días tenemos la oportunidad de oír.
En este año he estado en dos manifestaciones distintas con igual significado. En una de ellas, el Concierto de Semana Santa celebrado en el coqueto salón del Museo Néstor de Las Palmas, que se hizo insuficiente para el numeroso público, pude escuchar las voces preciosas de dos jóvenes cantantes, la mezzo soprano Raia Lubomirova y la soprano Marina León Mazorra, que interpretaron auxiliadas con el Cuarteto de Cuerda Forde (violines, viola y violoncello) el canto sagrado Stabat Mater de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736).
La otra manifestación, más íntima, más del pueblo sin voces pulidas en Conservatorio pero con igual amor y dedicación tuvo lugar en la iglesia parroquial de Santa Isabel de Hungría en Escaleritas. Fue cantado por el Coro Parroquial en un Concierto-Oración en la Semana Santa auxiliados por la música del piano de la iglesia. Dedicación y amor en el canto de la decena larga de piezas cantadas que luego repiten en las solemnidades de los días principales para acompañar en el rezo de los fieles que a ellas acuden.
(Versión por Lope de Vega)
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
2.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
3.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
4.
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
5.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
6.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
7.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
8.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
9.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
10.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Te deseo un buen día.
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