domingo, 7 de junio de 2009

Oh! Quién supiera escribir

Hola a todos.

Llega a mis manos una foto en blanco y negro de un caballero bien trajeado, zapatos lustrosos pantalón y chaleco negro y chaqueta a rayas de cuatro botones, camisa de manga larga que asoma en una muñeca y cuello almidonado de los de quita y pon con corbata pajarita, flor en el hojal y pañuelo en el bolsillo superior y leontina en el chaleco que asoma por la chaqueta entreabierta. El caballero es joven, de ojos profundos y mirada franca, nariz arrogante y labios fuertes, su pelo abundante peina hacia la izquierda y su mano derecha se apoya suavemente sobre una mesa con pata curvilinea en donde reposa su sombrero. La foto, de mediados del pasado siglo, está tomada en un estudio como lo indica la decoración del fondo con una pintura o foto grande algo difusa de árboles y flores, una columna y alguna media edificación. A la izquierda de nuestro caballero un pedestal sin ninguna maceta ni figura. Me dicen que este señor es mi padre a quien casi no conocí, pues murió siendo yo pequeñín, y me ilusiona la idea que de pueda serlo. Luce tan apuesto que cualquiera lo querría para tan alto parentesco.

Está la fotografía enmarcada en un papel amarillento y seguramente estuvo encuadernada. En el reverso del papel un poeta de los del pueblo de mi padre, que firma con igual nombre y primer apellido que él y que resulta ser mi primo, ha dejado escrita una poesía que me ha gustado por lo que tiene de familiar. Al margen del poema escribe la exclamación del título de esta entrada: "Oh! quién supiera escribir". Se considera, hombre pegado al terruño, con pocas dotes para la escritura y a lo mejor no sabe que esta su poesía, aún cuando no vaya a engrosar las Mil Mejores de la Lengua, a alguien -tal es mi caso- pueda llegarle al alma.
Dice así:

Manos que me ayudáis a levantarme,
izar la vela azul y echar la carta
al viento.
Manos con que abotonó mi tristeza
enhebró una esperanza mi alegría.
Manos que me llevaron dulcemente
por el mundo cuando niño y sin fin
fui por la vida.
Manos ceniza que ahora dormidas y
todavía mi sangre repitiendo.
Manos en que apoyarme ya cansino
en la postrera tarde de mi viaje.
Hermanas compañeras mías, para
abrir ventanales al olvido.
Manos blancas rugosas desgüezadas.

Sedme fieles de mi vida al doblar la
última hoja.

Quizás te guste. Por si o por no, te deseo un buen día.

1 comentario:

Perinqué dijo...

Muy bonita.Un saludo.