Hola a todos.
Habíamos estado en
Pamplona y en Zaragoza, ciudades amables donde las haya, que dan mucho juego para unas entradas en el blog. Podría hablar, por ejemplo, del paseo que dimos por las calles
pamplonicas que ven correr los toros cada año en los encierros, y podría también hablar de la fachada del
Ayuntamiento de cuyo balcón disparan al aire del mediodía el
chupi
nazo festivo con el que
dan comienzo unas fiestas inigualables: los
sanfermines. De Zaragoza podría contar el sentimiento religioso que embarga al visitante al entrar en la señorial Basílica del Pilar 0 en la Seo, y al pasear por la plaza y por el puente de piedra sobre el
Ebro. Como también estuvimos en el pueblo llamado Javier, y pudimos ver el castillo que fue cuna de Francisco, quien fuera fundador, junto a Ignacio de
Loyola, de la Compañía de Jesús, y pudimos visitar la iglesia y ver el conjunto de edificios para el
recogimiento que tiene en este lugar los jesuitas, podría hablar de todo ello.. Pero no tengo el cuerpo para escribir hoy de estos lugares porque mi memoria me lleva otra vez -perdonen ustedes- a la nieve. Y es que al cerrar los ojos me viene la blancura nívea y los paisajes de ensueño. Porque en la víspera del regreso de nuestros viaje nos
fuimos hacia
Formigal y al paso fronterizo de
Portalet, y nuevamente tuvimos la oportunidad de llenarnos con la belleza blanca de las montañas y con la serenidad que ésta trasmite. Es
Formigal, como es sabido, un sitio ideal para practicar el esquí con sus escuelas para esquiadores, sus hoteles y demás
equipamiento para pasar unos días en plena temporada
invernal, y más arriba, casi al
ladito, está el paso fronterizo con su cartel anunciador de la vecina Francia y la caseta, en medio de la doble carretera, que servía de oficina a los aduaneros.
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Te deseo un buen día.
1 comentario:
¡Pedazo viaje! Normal.Los canarios no estamos acostumbrados a ver tanta nieve y supongo que aprovechamos el momento al máximo jejeje.!Un saludo.
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