sábado, 10 de abril de 2010

Pueblos pequeños

Hola a todos.
Sabrán ustedes de mi querencia por Radio Nacional de España. Y también sabrán que paso ratos estupendos escuchando algunos de sus diarios programas. A través de ellos -Asuntos propios, En días como hoy, No es un día cualquiera- voy adquiriendo conocimiento de lugares y pueblos que en la mayoría de los casos no sé situar en el mapa pero que me sugieren sitios a los que ir sin tardanza. La "Piel de Toro" se me ofrece entonces como un cuadro de paisajes que debo ir recorriendo para descubrir todos los rincones. Lo mismo me ocurre al transitar por carreteras en la guagua que nos lleva de excursión. Al ir de una población a otra se van sucediendo los carteles que anuncian pueblos por los que pasamos o aquellos hacia los que podemos encaminarnos, y pienso que en ellos se desarrollan vidas ajenas por entero a la mía con su infinita variedad de amores y sentimientos.

Pudimos ir en este viaje por los Pirineos a dos pequeños pueblos. Estuvimos en Sagüenza, que está en Navarra, y de este pueblo tendré asociada para siempre la imagen de dos cigüeñas blancas y preciosas en su nido, arriba en lo alto de una pequeña torre. Las estuve contemplando largo rato porque (considerarán ustedes que es una tonteria) ha sido esta imagen una de esas cosas que estaban en mi cabeza desde hace tiempo y que quería contemplar por mí mismo. Y estuvimos en Ansó, en Huesca, y aquí me imaginé como será la soledad de los inviernos en los pequeños pueblos de las montañas de la geografía nacional. Llegamos como si fuésemos la 'tuna', cantando con ganas para levantar a los vecinos de su siesta, acompañados de una guitarra; y éstos abrían las ventanas de sus casas de piedra para ver con ojos de estupefacción a quienes osaban molestarles en su silencio de la tarde. Pueblo pequeño con calles pequeñas en un valle idílico con el río allá abajo entre la vegetación. Con dos iglesias y sus torres. Y una sorpresa. En la iglesia que por estar abierta pudimos visitar, un precioso retablo digno de cualquier catedral. Y me pienso, -claro está-, cuántos tesoros ocultos conservan para mí los pequeños pueblos de España. Sin olvidarme, claro, de los dos pequeños quesos de oveja, pesados y duros en su corteza, pero de un sabor extraordinario que compramos en la dulcería del pueblo que abrieron en nuestro honor.


Te deseo un buen día.

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