sábado, 21 de agosto de 2010

Filosofando

Hola a todos.

No sé a ustedes, a mí la playa me da por filosofar. O bien es que el ser playero es en sí mismo una filosofía de vida. Paseo por la orilla a pasitos cortos sintiendo en los pies el beso del agua que llega amorosamente y retrocede, y mis pensamientos se entrecruzan en cientos de cosas triviales. ¿A quién le importa en la playa las cosas urgentes o importantes? Según camino, voy fijándome en las mil formas de la arena que nunca es igual. Aquí, una piedra pequeña que pudiera ser una amatista, más allá un remolino de agua que deja ver el fondo de oro, por allí unas sebas llevadas y traídas por las olas rumorosas. Las rocas, en los lisos, son en mi imaginación un hervidero de aventuras: cada una es una isla de piratas que debo conquistar. Cada cangrejo un enemigo que se esconde al verme. Los peces, compañeros míos que vienen a señalarme el camino de la gloria.

Filosofando pienso que cuando muera y me entierren, (si me entierran pues ahora está aquello de la incineración), pueden poner en mi tumba una frase lapidaria que me retrate en mi existencia ida: vivió con miedo. Lo tengo decidido desde hace tiempo. No sé cuando empecé a pensar en ello, de forma tan trágica, y tampoco importa ahora. Mas, sentado a la orilla del mar, vuelvo a darle vueltas al asunto y ya esta frase tremebunda no me gusta tanto. Tal vez, pienso ahora, la sentencia a esculpir en mi sepultura fuera esta otra: vivió mecido por la marea.

Te deseo un buen día.

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