martes, 2 de agosto de 2011

A primera hora


Hola a todos.

Desde la ventana del apartamento en Las Canteras veo, en el amanecer, la Peña la Vieja que parece estar más alejada que nunca de la orilla. La marea está baja, bajísima, y me pregunto que a donde se habrá ido la masa de agua en el transcurso de la noche. Pienso en un gran desagüe en la sima del Atlántico que separa Gran Canaria de Tenerife y en un hombre enfundado en uniforme de neopreno que tiene encomendada la misión de vaciar el océano. Me sobresalto. ¿Cómo quedarán las islas unidas sin el agua? Me preocupan entonces los cangrejos y los sargos, las viejas y las salemas que viven aquí cerquita de nosotros en el mar. Y las algas y las sebas. ¿Qué será de todos ellos?

En el cielo, las nubes van cambiando de color y diviso mejor los contornos. A la izquierda las barcas de colores rojos o verdes parecen despertar del sueño nocturno. Una mujer atrevida se dirige nadando a la Peña y al llegar a ella se sube como queriendo dejar constancia de su conquista. Pasan por la avenida los primeros caminantes: unos van ligeros, a paso vivo, mientras en otros priva el paseo sosegado; de éstos han desaparecido hace tiempo el cigarrillo: ahora van provistos con auriculares que les mantienen unidos al mundo. Pasa una pareja de la Policía luciendo el uniforme intimidatorio: botas a media pierna, pantalones ajustados, camiseta y camisa, acompañado todo ello por los artilugios que la Ley les permiten para repeler lo indebido.

El sol no se decide a salir en estos días de 'panza de burro'. La arena húmeda de la marea alta de la noche y del relente no llega a recibir todavía sus beneficiosos rayos. Van llegando poco a poco los asiduos a la playa y los veraneantes ocasionales. Dejan caer un bolso o una mochila y con parsimonia extienden toallas en las que más tarde dejarán caer sus cuerpos. Algunos hay, que, optimistas, traen una sombrilla y la abren; estos últimos son en realidad los sacerdotes que con este gesto ofician al dios del día el sacrificio cotidiano para que el buen tiempo sea con nosotros.

Te deseo un buen día.

4 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Tú también sabes ubicarte, amigo. Con marea alta o con marea baja, es un privilegio asomarse al mar como tú lo haces. Saludos.

Chelo dijo...

"La panza de burro" nos ha acompañado muchos de los días de nuestro viaje a las islas y ha hecho que podamos pasear tranquilamente sin pasar demasiado calor.
Un saludo

Oti dijo...

A la "panza de burro" deberían declararla Patrimonio de la Humanidad Canaria. Es un protector solar gratis, no necesitas sombrilla y aún así la arena está calentita y te bronceas de igual manera, aunque tienes que tener cuidado: si te despistas puedes quemarte. ¡Ole la panza de burro!

Felipe Tajafuerte dijo...

Los que somos de "secano" tenemos la suerte de eliminar todas las toxinas, pero agradecemos el mar más que por el agua por la temperatura ambiente.
Un "caluroso" saludo