jueves, 12 de junio de 2008

La Matula

Hola a todos. Debo reconocer que, seguramente, tengo un deseo oculto de terrateniente, puesto que visión de las fincas de plataneras no me dejan indiferentes. O puede que un recuerdo de los plátanos que en el internado calmaron la gazuza que sentía cuando chico me acompañe de fijo. Tal vez es que recuerde más bien cuando con plátanos maduritos hacíamos la mantequilla de Madrelola, que era mi abuela, untando el plátano al pan. Sea como fuere, confieso que me gusta el verde de las matas con sus grandes hojas que cubren amorosamente el racimo del dulce fruto.



El plátano canario es pequeño, amarillo y con pintas y con un gusto dulce característico. Depende de su maduración la intensidad del amarillo de su piel. Es rico en carbohidratos, potasio, vitamina A y vitamina C por lo que es recomendable su ingesta diaria. La platanera es un mato que necesita mucha agua y no es un verdadero árbol porque carece de tronco. Realmente el pseudotronco o 'rolo' está constituido por hojas enroscadas. Tiene un solo racimo al año y hay que cortar la madre y dejar un sólo hijo del que brotará nueva platanera.

¿Y a qué viene este preámbulo con tanta erudición sobre el mayor cultivo de muchos años en Canarias, con extensas fincas en Gran Canaria, Tenerife, La Palma y La Gomera? Pues mira. Ayer, atendiendo a mi curiosidad en alza, tomamos la guagua y nos fuimos al barrio de La Matula en Las Palmas. Fue como un viaje al pasado. La carretera es estrecha con vías de subida y bajada y muchas vueltas, como eran todas las que hace años nos llevaban desde la capital al interior de la isla. Discurre por el margen izquierdo del Barranco Guiniguada según dejamos atrás la catedral y después de pasar por alguna calle del barrio de San Roque. Tiene casas terreras y algunas son fachadas de cuevas acondicionadas como viviendas. En el pequeño jardín de una casa, una preciosa parra con racimos de uvas blancas se sostiene sobre el emparrado y en una casa-cueva, pintada de blanco, luce la imagen de la Virgen del Carmen y varios cuadros hechos con azulejos.
Subimos varias paradas e hacemos el recorrido a la inversa caminando un trecho. Arriba uno de los puentes de la circunvalación con su tráfico trepidante pone el contrapunto a la placidez de la carretera por donde pasa algún que otro coche, además de la guagua, de vez en cuando. Es éste un trayecto que conocen bien los universitarios de la ULPGC, sin coche propio, pues la línea llega hasta el campus universitario. El barranco sigue siendo el de siempre: tuneras 'indias', plataneras y palmeras, alguna higuera y otros árboles dan el contraste al terreno seco. Vemos unos pocos caballos, y unas cabras y ovejas, mientras las gallinas se hacen notar con su cacareo. Hay alguna casa de labranza abandonada y algún estanque y, enfrente en la loma, las casas de la trasera del Lomo Apolinario, y más abajo, la colmena humana que supone los bloques del barrio de San Francisco junto al cuartel del mismo nombre.
Es un bonito recorrido que sirve de solaz y recreo. Y según volvemos a la 'civilización' la catedral de Santa Ana en medio de Vegueta, recortada sobre el azul del cielo y el mar, nos da la bienvenida.
Te deseo un buen día.

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