Hola a todos.
Debajo de la loma en que estaba la barriada donde vivía de pequeño pasaba el barranquillo de Mata. Y abajo, junto a él, había una cueva y en su interior, según decía la gente, un polvorín. Recuerdo que alguna vez un chiquillo se perdía y entonces se movilizaba todo el mundo buscándolo por los alrededores con el temor de que se hubiera metido en tal cueva que, se decía, llegaba hasta el otro lado por donde queda el llamado Paseo de Chil. Cierto o no lo del polvorín lo cierto es que este nombre quedó como propio del barrio que más tarde se construyó en la falda de la montaña cercana. Eran casas construidas en bloques de pisos para familias de pocos recursos (algunas vivían en chabolas), gente trabajadora y humilde de los más variados oficios. Las viviendas eran pequeñas de solemnidad seguramente de no más de treinta y pocos metros cuadrados. En una de ellas vivía una prima mía a la que visitaba en algunas ocasiones y a mí me chocaba el ver que la nevera, para uso familiar (familia numerosa, por cierto, como casi todas las del vecindario), la tuviera en la minúscula sala de estar y que los dormitorios fueran tan pequeños que bien podrían ser, pensaba yo, los roperos empotrados de la casa de cualquier rico. Por cierto que casi pegado a casa de mi prima en una oquedad del risco -por la pedrera- pusieron una imagen de la Virgen Milagrosa (luego cambiada por una imagen de Lourdes) que llegó a ser durante un tiempo como una pequeña ermita.
Así las cosas en el Polvorín fueron creciendo nuevas generaciones y al barrio le tocó el sanbenito de convertirse en lugar malvisto para el resto de la ciudad porque, se decía, era nido de vendedores de drogas al que ni siquiera la policía se atrevía a entrar. Este mal fario lo compartía nuestro barrio con un edificio más o menos cercano prontamente llamado el "Buque de Guerra". Compartían los dos lugares varias cosas: la mala reputación, el estar frente al cuartel de paracaidistas que daría luego paso al parque de Las Rehoyas -feliz iniciativa que es hoy un hermoso lugar-, y sus nombres con connotaciones bélicas: polvorín y buque de guerra. En éste, y siempre según la voz popular, se comunicaban las casas de algunos vecinos para poder escapar por ellas algún presunto delincuente buscado por la Justicia.
Algo más tenían que compartir ambos lugares, en este caso totalmente positivo. En el solar del "Buque de Guerra" derribado después de realojar a las familias y aprovechando otro solar contiguo se alza hoy un bien construido edificio de aparcamientos que ya luce en la fachada que da al parque paneles con brillantes colores. En lo alto quedará según proyecto un parque para disfrute de la ciudadanía. En cuanto al Polvorín, otro nuevo barrio se alza en donde estaba el antiguo. Esta vez con casas muchos más amplias, en bloques compactos de buen aspecto, separados unos de otros y bien situados dando otra imagen totalmente distinta al barrio antiguo. Para ello fue necesario ir derribando los viejos bloques, desplazar a algunos de sus habitantes a otros sitios, e ir construyendo los nuevos. Como quiera que fuera, estas iniciativas han contribuido al mejoramiento de la ciudad de Las Palmas adaptando estos sitios a los nuevos tiempos.
Te deseo un buen día. Sé feliz.
Debajo de la loma en que estaba la barriada donde vivía de pequeño pasaba el barranquillo de Mata. Y abajo, junto a él, había una cueva y en su interior, según decía la gente, un polvorín. Recuerdo que alguna vez un chiquillo se perdía y entonces se movilizaba todo el mundo buscándolo por los alrededores con el temor de que se hubiera metido en tal cueva que, se decía, llegaba hasta el otro lado por donde queda el llamado Paseo de Chil. Cierto o no lo del polvorín lo cierto es que este nombre quedó como propio del barrio que más tarde se construyó en la falda de la montaña cercana. Eran casas construidas en bloques de pisos para familias de pocos recursos (algunas vivían en chabolas), gente trabajadora y humilde de los más variados oficios. Las viviendas eran pequeñas de solemnidad seguramente de no más de treinta y pocos metros cuadrados. En una de ellas vivía una prima mía a la que visitaba en algunas ocasiones y a mí me chocaba el ver que la nevera, para uso familiar (familia numerosa, por cierto, como casi todas las del vecindario), la tuviera en la minúscula sala de estar y que los dormitorios fueran tan pequeños que bien podrían ser, pensaba yo, los roperos empotrados de la casa de cualquier rico. Por cierto que casi pegado a casa de mi prima en una oquedad del risco -por la pedrera- pusieron una imagen de la Virgen Milagrosa (luego cambiada por una imagen de Lourdes) que llegó a ser durante un tiempo como una pequeña ermita.
Así las cosas en el Polvorín fueron creciendo nuevas generaciones y al barrio le tocó el sanbenito de convertirse en lugar malvisto para el resto de la ciudad porque, se decía, era nido de vendedores de drogas al que ni siquiera la policía se atrevía a entrar. Este mal fario lo compartía nuestro barrio con un edificio más o menos cercano prontamente llamado el "Buque de Guerra". Compartían los dos lugares varias cosas: la mala reputación, el estar frente al cuartel de paracaidistas que daría luego paso al parque de Las Rehoyas -feliz iniciativa que es hoy un hermoso lugar-, y sus nombres con connotaciones bélicas: polvorín y buque de guerra. En éste, y siempre según la voz popular, se comunicaban las casas de algunos vecinos para poder escapar por ellas algún presunto delincuente buscado por la Justicia.
Algo más tenían que compartir ambos lugares, en este caso totalmente positivo. En el solar del "Buque de Guerra" derribado después de realojar a las familias y aprovechando otro solar contiguo se alza hoy un bien construido edificio de aparcamientos que ya luce en la fachada que da al parque paneles con brillantes colores. En lo alto quedará según proyecto un parque para disfrute de la ciudadanía. En cuanto al Polvorín, otro nuevo barrio se alza en donde estaba el antiguo. Esta vez con casas muchos más amplias, en bloques compactos de buen aspecto, separados unos de otros y bien situados dando otra imagen totalmente distinta al barrio antiguo. Para ello fue necesario ir derribando los viejos bloques, desplazar a algunos de sus habitantes a otros sitios, e ir construyendo los nuevos. Como quiera que fuera, estas iniciativas han contribuido al mejoramiento de la ciudad de Las Palmas adaptando estos sitios a los nuevos tiempos.
Te deseo un buen día. Sé feliz.
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