Hola a todos.
Sentí que una corriente de simpatía se estableció al final del concierto de Niña Pastori, que en el CICCA tuve ocasión de disfrutar. No es que desde el principio no hubiera buen rollo entre la cantaora y su grupo y el público. No. Desde que aparecieron sobre el escenario los componentes de su elenco dispuestos a tocar guitarras, piano y percusión y las dos vocalistas que la acompañaban en las canciones todas las personas que abarrotábamos la sala fuimos un solo ente con los artistas. Pero al final, después de escuchar durante más de una hora lo mejorcito del flamenco, y cuando ya los artistas se iban, el público ávido de emociones comenzó a aplaudir con ganas y a cantar ¡mira por donde! el pío pío. Volvió Niña Pastori, volvieron las chicas, volvieron los guitarristas, el pianista y los de percusión. Y nos dieron propinas. Y entonces se produjo lo mejor de la noche: ya no éramos dos, público y artistas; éramos uno sólo los que estábamos en el pequeño teatro porque el milagro de la simpatía brotó entre unos y otros a raudales. Y al final, las bulerías, las contorsiones del baile y el taconeo hicieron el resto.
Al menos eso es lo que yo sentí, y por ello te lo cuento. Buenas noches.
Te deseo un buen día.
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