"Y he recordado... El breve rincón de un pueblecillo;
una casa tranquila inundada de sol
unas tapias musgosas de encarnado
y un jardín que tenía limoneros en flor"
Los árboles son variados y me dicen que algunos provienen de países exóticos. Había uno, el árbol de la canela, que la mala suerte acompañada de unas obras hizo morir; hay otro, el ombú, que es el árbol nacional de Argentina; tenemos el árbol del café, del mentol, de "las maracas" y otros más. En uno, grande y frondoso, han colocado una casita-nido de madera... Casi en el centro del huerto, tres majestuosas palmeras canarias, casi juntas, crecen buscando el cielo.
En otro lugar, los versos de Alonso Quesada:
¡El huerto de mi alma tan sereno!
Ya la silueta blanca se ha marchado
por un sendero, lejos... Ya las horas
en un tropel violento se han juntado
y en torno a mí, como
un enjambre loco, ciegan
mi corazón, el bien amado...
Todo termina. ¡Adiós! Ya se que
tengo un nuevo ensueño
en el azul lejano...
A los árboles le acompañan plantas variadas de anchas hojas; otras con flores delicadas. Junto al muro una acequia, hoy sin agua, luce con el verde del musgo. En el centro una exquisita fuente deja caer el agua mansamente y un pequeño anfiteatro ha sido habilitado para reuniones culturales de la Villa...
Nos dice un amable informante del porqué el nombre del Huerto: "Las Flores" viene dado porque antes de tener muros en dos de sus lados lucía esplendorosas buganvillas que con sus espinos impedían el paso. No siempre ha sido propiedad pública este Huerto de las Flores; hasta hace relativamente pocos años era propiedad particular de gente pudiente de Agaete. Merece la pena conocerlo, estar en él sin prisas, gozarlo con todos los sentidos. Te invito a traer un libro -mejor de poemas-, o el diario, y sentarte a leerlo tranquilamente. Posiblemente te envuelva la calma.
Te deseo un buen día.
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