domingo, 17 de agosto de 2008

Obras públicas


Hola a todos. Si vas carretera adelante hacia el norte de la isla, pasado un cruce hacia el interior, te encontrarás con la estructura de un impresionante y gracioso puente sobre el profundo barranco; luego un túnel no muy largo, otro puente, y un nuevo túnel que taladra la montaña y te deja el camino libre para seguir hacia los pueblos de la comarca. Irás pensando en tus cosas, muy posiblemente oyendo música o noticias varias, atento a la circulación, pero, es casi seguro que no dedicarás ni un sólo pensamiento a quienes con su saber y su ingenio proyectaron y construyeron estas obras públicas. Vivimos en un mundo olímpico donde se premia al que llega más rápido, al que sube más alto, o al que da más fuerte. Citius, altius, fortius. Se trata de premiar el continuo esfuerzo de la Humanidad por la superación. Lo que no se premia, casi, es el esfuerzo intelectual que nos permite avanzar por otras sendas. Nos acordaremos durante años de tal o cual atleta que consiguió esta o aquella marca o que ganó la final de alguna disciplina olímpica. Quienes nos informan nos tendrán al minuto de las hazañas de los atletas deportivos y se olvidarán de informarnos de los atletas del intelecto.


Por ello hoy quiero rendir un humilde homenaje a quienes hace posible las obras que van en nuestro común beneficio. Lo hago posiblemente porque cuando joven me ilusionaba leyendo en las revistas cuanto se contaba de grandes conquistas en la faz de la tierra: el gran túnel que atravesaba la cordillera, el canal que unía los océanos, la línea de ferrocarril que podía unir lejanos destinos, la gran presa que almacenaba el agua, los diques que servían de contención a las mareas... Cualquier obra me maravillaba y me hacía soñar con aquellas que proyectaría yo al ser mayor.


Hace años ¿treinta? ¿veinte? se hicieron los puentes y túneles a los que me refería. Sobre el barranco de Moya luce el mayor de los puentes y la obra en conjunto nos libró de la sinuosa carretera que era paso obligado, y que llamamos Cuesta de Silva. Ésta cayó poco a poco en el olvido y sólo es utilizada por quienes la necesitan. Los demás pasamos raudos buscando nuestro destino y también habremos olvidado a quienes proyectaron e hicieron posible el salto sobre el barranco y el paso por el interior de la montaña. Hoy se construye unas obras paralelas. Ya las altas columnas del puente lucen como si de catedrales de estos siglos se trataran y, en uno de ellos solamente falta colocar las traviesas. Ya las máquinas comienzan la mordida en las bocas de los túneles y obreros trabajan sin tregua dando forma a una idea. Nuestros hijos, nuestros nietos, y seguramente nosotros pasaremos por esta nueva carretera y cada uno irá pensando en sus cosas, oyendo música o noticias, atento a la circulación y, quizás, alguno, se acuerde agradecido de quien hizo posible la idea.


Me gustaría ver la colocación de las traviesas que unirán los pilares de los puentes y por ello te pido me avises si te enteras cuando van a colocarlas, para ir presto a verlas. Mientras, te deseo como siempre un buen día.

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