viernes, 11 de enero de 2008

Langostas
















Hola a todos. Si fuera yo a presentarme a elecciones para Presidente del Gobierno de España pondría en mi programa electoral -ya se sabe que prometer es fácil- que todo ciudadano tendría el derecho irrenunciable de gozar de al menos tres mariscadas en su vida. '¡Cosa asiada, caballeros!' como diría Pepe Monagas. Yo he tenido la oportunidad de saborear dos y espero por la tercera, y puedo asegurar que es cosa divina más si está regada como debe ser con un apropiado vino y si cuenta entre sus ejemplares de mariscos con una excelente langosta.





Foto de la Fedac

Volviendo la vista atrás y cambiando de tercio me veo en el precioso edificio de la calle de Triana, número 91 (hoy 89). donde trabajé allá por los años de 1955 al 58 más o menos. La calle no está hoy tan cambiada a como la veo en mi memoria aunque naturalmente nuevos edificios han venido a sustituir a otros, y el llamado mobiliario urbano, o sea las farolas, bancos, papeleras y piso no son los que eran o no existían en absoluto, y además en aquel entonces no era calle peatonal, ni falta que hacía, porque casi no circulaban coches. Hay al menos un par de elementos decorativos, que nos han llegado, dignos de mencionar: el águila situada en la esquina con la calle Travieso donde había, creo, una sombrerería, y el reloj, hoy parado definitivamente a las 12 en punto, y al que le ha salido un competidor. También tenemos como elemento nuevo el grupo escultórico dedicado a don Juan Negrín, médico, político y Presidente de la República. Y uniendo pasado con presente la muestra de los railes, descubiertos a nuestra curiosidad, del tranvía -y luego la 'Pepa'- que unía Las Palmas con el Puerto desde finales del siglo XIX hasta avanzado el XX durante la posguerra.

En uno de los años citados anteriormente, quizás en 1956, fue cuando tuvo lugar en Canarias la invasión de langostas provenientes del cercano África. Lo recuerdo porque veía a estos bichos en un patio de la oficina comiendo todo lo verde de un árbol que allí había. Si no fuera porque es una tragedia para el hombre de campo, sería bonito que se repitiera tal plaga otra vez para que las nuevas generaciones vieran cosa linda a la par que terrible. Estos bichos devoran cuanto de vegetal encuentran a su paso y se trasladan volando en gigantescas nubes. Se decía -cosa seguramente incierta- que venían formando pelotas enormes en el mar en donde las de abajo morían. Para combatirlas se hacían hogueras por todas partes a ver si el humo las ahogaba, y se hacía todo el ruido posible tocando cacharros, calderos, sartenes y cuanta cosa pudiera servir para armar escándalo. Ignoro cuanto tiempo duró y si llegó o no a todas las islas, aunque supongo que esto último tuvo que ser así.




P.D. He incluido en el tarjetero la web acercando el mundo por considerarla interesante. Te la recomiendo.

Te deseo un buen día.

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