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No existía entonces la actual autopista al Sur y para llegar al Lazareto nos llevaron por la carretera que pasaba por Telde. Nos pelaron al rape, o muy cortito, nos dieron uniforme de salida y mono de trabajo y nos llevaron a los barracones en
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Desde el primer sábado me dieron permiso para ir a casa. teníamos eso sí que saber saludar y tener el uniforme a punto y las botas bien brillantes. ¡Qué buenas botas usted las que nos daban con el uniforme! Tras la Jura de Bandera fui destinado a Las Palmas durante un tiempo a la Escuadrilla de Honores. Seguramente tenía yo buen porte aunque era flaco como un pejín pero a lo mejor daba el tipo contra tanto peninsular que venía con estatura bastante inferior a la mía. Con la Escuadrilla, aparte de un paseo de madrugada -despertándonos con toque de zafarrancho- que nos dieron saliendo del acuartelamiento en el Paseo de Chil y regresando al mismo después de dar la vuelta por Tamaraceite (unos veinte kilómetros, quizás); participé en guardar calles en la procesión del Corpus y en alguna otra -en ese entonces se usaba tal costumbre: los soldados, todos guapos con uniforme de gala, colocados uno casi a lado del otro en las aceras para rendir honores, y también me llevaron a desfilar a recibir y despedir al entonces ministro de Industria que era un general cuyo nombre no me viene a la cabeza.
Luego en Combustibles, en labores de oficina, que no me libraba de tener que llenar, dándole a una manivela de surtidor manual, los sedientos depósitos de gasoil de guaguas que debían tener estómagos como Gargantúa pues no se llenaban nunca. De las 'imaginarias' (guardias nocturnas) si me libré, pues los afortunados canarios que seguíamos en nuestros trabajos ganando un sueldo, podíamos pagar a los soldados peninsulares por hacer el servicio por nosotros, práctica permitida o al menos ignorada por la oficialidad. Habían dos, gallegos ellos que hicieron su agosto; y había uno, no sé de que región, que tenía aversión al agua y no se bañaba ni que lo mataran. Para ello -además de las duchas- contábamos en Combustibles y Transmisiones del pequeño muelle que permitía zambullidas en el agua de la marea. Me las perdí yo entonces por no saber nadar. Un recuerdo cariñoso para los oficiales Comandante Mauro y tenientes Vilariño e Iglesias, joven éste recién salido de la Academia, y para los suboficiales sargentos de primera Sosa y Peña es de obligado cumplimiento.
Y un recuerdo sabroso para paladar, vista y olfato el de aquellos bocadillos que comíamos a media mañana en la cantina de Transmisiones, medio pan, de los grandes panes de Aviación (ricos donde los hubieran) con apetitosas sardinas con aceite, -dentro del 'chusco'-, que eran una bendición de Dios.
Te deseo un buen y opíparo día.
1 comentario:
Como siempre que sacas del baúl de los recuerdos, ese que tienes tan cerca de tu corazón, nos llenas de emosiones, las transmites y nos las haces vivir.
Me encanta como transmites esos sentimientos, esos recuerdos haciendonos partícipes de tanta emoción. Gracias.
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